Manuel Chaves Nogales (1897-1944) fue un prestigioso periodista y escritor, doblemente exiliado de los dos bandos de la guerra civil, como tantos otros intelectuales de esos años. En los años veinte fue redactor jefe del Heraldo de Madrid, periódico madrileño de gran tirada, y en los treinta subdirector del nuevo diario Ahora, muy influyente durante la segunda república. Despertaron gran interés sus reportajes y entrevistas, aunque hoy día se le recuerde sobre todo por su A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, colección de relatos ambientados en la guerra civil escritos en 1937, y publicados en periódicos de diferentes países, y como libro en Santiago de Chile ese mismo año. De este autor comunicamos en su día sus Crónicas de la Revolución de Asturias.
En 1928, en los últimos tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, Chaves Nogales lleva a cabo un recorrido periodístico por buena parte de Europa, y entre agosto y noviembre publica en el Heraldo un conjunto de crónicas que arrancan en Madrid, y se desplazan a Francia, Suiza, Alemania y sobre todo Rusia, el verdadero objetivo del viaje: se ocupa de ella en diecinueve de los veintiocho artículos que componen la serie. Recorre durante varias semanas buena parte de Rusia: Smolensk, Moscú, el Cáucaso (con Bakú) y Leningrado:
«Yo he recorrido Rusia de punta a punta, he andado a mi placer por ciudades importantes y por aldeas, he viajado solo, siempre solo, sin decir a nadie a dónde iba ni con qué objeto, en avión, en ferrocarril, en auto y hasta en carro. Nadie me ha molestado nunca, ni me ha pedido un documento, ni me ha puesto la menor dificultad. Tengo, sin embargo, la impresión de que se me han seguido los pasos y de que se ha sabido en todo momento adonde iba y con quién me entrevistaba. Sería cándido suponer lo contrario. Pero no me ha ocasionado ni la más mínima molestia; como si yo fuese el amo de Rusia. Por eso afirmo que la Policía soviética es la mejor del mundo… como policía política.»
Unos meses después, ya en 1929, corregirá y ampliará considerablemente los artículos anteriores, y los publicará en libro con el título La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja, cuando todavía perdura la dictadura en España. Tiene cierto interés observar las diferencias entre los artículos y el libro posterior, por lo que hemos incluido algunas notas y, como anexo, algunos pasajes relativos a la estancia del autor en Rusia, no incluidos en las crónicas periodísticas de su viaje.
Puede resultar llamativo el grado de libertad de expresión existente durante la dictadura de Primo de Rivera, a pesar de la existencia de la represión y de la censura previa: Chaves alaba los sistemas democráticos europeos y numerosos aspectos del régimen comunista ruso, y critica otros del español. Generalmente se califica la primera dictadura española del siglo XX como un régimen militar, autoritario y conservador. Y verdaderamente es así, pero al mismo tiempo fue también un régimen reformista que reconoció el voto femenino, que por primera vez nombró a mujeres para cargos públicos (desde concejales hasta parlamentarias), y que gozó del apoyo y colaboración de socialistas y ugetistas como Largo Caballero y de la propia organización…
Otra cuestión interesante es el plantearnos si podemos incluir a Chaves entre los abundantes intelectuales compañeros de viaje de los soviéticos en los años veinte y treinta. Se puede constatar su admiración sincera por muchas de las realizaciones que han llevado a cabo los comunistas, su creencia en que verdaderamente son los proletarios (esto es, los trabajadores industriales) los que ejercen y disfrutan el poder, su certidumbre de la pureza de motivaciones de los bolcheviques, su convicción en el apoyo absoluto de la población a los comunistas…
Pero Chaves también certifica la carencia absoluta de libertad de expresión, así como el talante represivo, militarista, burocrático y policíaco del régimen, y exclama: «Los bolcheviques no han conseguido sino aquello que los socialistas van logrando en los países capitalistas por medio de un procedimiento evolutivo. ¡Y para conseguir tan poco han sido necesarias esas infamias, esos crímenes de la Checa, las matanzas de Arkángel, el hambre, la guerra civil, el bloqueo, los niños abandonados y el Ejército Rojo!»
¿En qué quedamos? Quizás la explicación de esta ambivalencia nos la proporciona el mismo Chaves Nogales en las líneas primeras de su libro: «Para ponerse a escribir en los periódicos hay que disculparse previamente por la petulancia que esto supone, y la única disculpa válida es la de contar, relatar, reseñar. Contar y andar es la función del periodista (...), que no reclama la atención del lector si no es con un motivo: contarle algo, informarle de algo. Claro es que ésta no es la única misión del periodista, ni siquiera la más importante. Pero es la única que puede uno proponerse si no quiere sentar plaza de mixtificador.»
Y luego: «No aspiro a que cuanto digo tenga autoridad de ninguna clase. Interpreto, según mi temperamento, el panorama espiritual de las tierras que he cruzado, montado en un avión, describo paisajes, reseño entrevistas y cuento anécdotas que es posible que tengan algún valor categórico, pero que desde luego yo no les doy. Admito la posibilidad de equivocarme. Mi técnica —la periodística— no es una técnica científica. Andar y contar es mi oficio.»
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