En su obra ¿Qué es la historia cultural?, Peter Burke se refiere así al que puede considerarse como uno de los primeros y más importantes creadores de esta corriente historiográfica, el suizo Jacob Burckhardt (1818-1897).
«No es casual que los historiadores culturales más destacados del período, Jacob Burckhardt y Johan Huizinga, pese a ser académicos profesionales, escribieran principalmente sus libros para el gran público. Tampoco es casual que la historia cultural se desarrollara en el mundo de habla alemana antes de la unificación de Alemania, cuando la nación era una comunidad cultural más que política, ni que la historia cultural y política llegasen a concebirse como alternativas o incluso como opuestas. En Prusia, sin embargo, la historia política era dominante. Los discípulos de Leopold von Ranke tachaban la historia cultural de marginal o de asunto de aficionados, por no basarse en documentos oficiales de los archivos ni contribuir a la tarea de construcción del Estado
»En su producción académica, Burckhardt abarcaba un amplio espectro, desde la Grecia antigua, pasando por los primeros siglos del cristianismo y el Renacimiento italiano, hasta el mundo del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens. Hizo relativamente poco hincapié en la historia de los acontecimientos, prefiriendo evocar una cultura pasada y resaltar lo que llamaba sus elementos “recurrentes, constantes y típicos”. Procedía intuitivamente, empapándose del arte y la literatura del período que estaba estudiando y estableciendo generalizaciones que ilustraba con ejemplos, anécdotas y citas, evocadas con su vívida prosa.»
Y más adelante: «...Burckhardt defendía la relativa fiabilidad de las conclusiones sacadas por los historiadores culturales. La historia política de la antigua Grecia, sugería, está plagada de incertidumbres porque los griegos exageraban o incluso mentían. “En cambio, la historia cultural posee un grado primario de certeza, pues consta en su mayor parte de material transmitido de modo no intencionado, desinteresado o incluso involuntario por las fuentes y los monumentos.”
»En lo que atañe a la relativa fiabilidad, Burckhardt tenía sin duda su parte de razón. Su argumentación acerca del testimonio “involuntario” resulta asimismo convincente: los testigos del pasado pueden decirnos cosas que ellos no sabían que sabían. Con todo, sería imprudente asumir que las novelas o los cuadros son siempre desinteresados, que están libres de pasión o de propaganda. Al igual que sus colegas de la historia política o económica, los historiadores culturales necesitan practicar la crítica de las fuentes, preguntándose por qué llegó a existir un determinado texto o imagen; si tenía como propósito, por ejemplo, persuadir a los espectadores o a los lectores para que emprendiesen un determinado curso de acción.»
Presentamos en esta entrega una obra de 1853, La época de Constantino el Grande, que en español fue titulada Paganismo y cristianismo, ya que son estos aspectos ideológicos los que entonces ocuparon a un todavía joven Burckhardt. Naturalmente, la investigación histórica, el conocimiento y crítica de las fuentes del siglo IV han avanzado mucho en estos últimos siglo y tres cuartos. Como ejemplo, sirva la valoración de la Historia Augusta, que nuestro autor emplea profusamente, y que, como vimos en su día, desde fines del siglo XIX fue muy cuestionada. Y sin embargo, con esta obra de Burckhardt nos encontramos ante un auténtico clásico, con el que podemos llevar a cabo un original acercamiento a una época clave en la historia.
Luis Suárez, en su Grandes interpretaciones de la Historia, lo elogiaba así: «Burckhardt, uno de los historiadores más grandes que hayan existido...». Y de sus principales obras, La época de Constantino el Grande, La cultura del Renacimiento en Italia, y su Historia de la cultura griega, señala que «siguen siendo básicas en la formación de cualquier historiador. Él mismo las definía diciendo que de ninguna manera quería hacer simple erudición ni tampoco Filosofía de la Historia, sino un esfuerzo comprensivo sobre determinadas épocas del pasado. Historiar es ejercer “el registro de los hechos que una edad encuentra notables en otra” (...) De su definición de esta ciencia nacía el hecho de que cada generación descubre perspectivas nuevas al suceder histórico. En cierto modo puede decirse que rehace la Historia, aunque no en el sentido de que abandone cuanto se hiciera anteriormente.»
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