Pompeyo Trogo (siglo I a. de C.) es un destacado historiador romano, de la misma época que Tito Livio. Pero mientras este último se ocupa de la historia de Roma desde su fundación, Trogo se plantea la composición de una historia universal, al modo de la de Polibio, un siglo anterior, o de la de su contemporáneo Diodoro Sículo. El resultado de esta ingente tarea pudo denominarse Libro de las Historias Filípicas y orígenes de todo el mundo y descripción de la Tierra (con el que figura en algunos manuscritos). El arranque del título se debe a que la materia más extensamente desarrollada trata de los reinos macedónicos, aunque también se ocupa más brevemente de las restantes regiones del mundo, desde la mítica Asiria de Nino y Semíramis, hasta Roma, la India, o Hispania. Desgraciadamente este ingente proyecto no ha llegado a nuestros días, y sólo la conocemos a través de un epítome posterior.
Esta inmensa obra influyó y fue considerablemente utilizada por otros historiadores, como por ejemplo Paulo Orosio, que lo cita con cierta frecuencia. Su importancia fue, pues, considerable. José Castro Sánchez en su imprescindible traducción del epítome (Editorial Gredos, Madrid 1995) lo señala así: «Las Historias Filípicas constituían una empresa singular y... casi revolucionaria por su concepción. Para Trogo la historia es una sucesión de imperios universales, a los que caracteriza su política expansionista, que se encuentran en un eje geográfico que va de este a oeste, que, partiendo de Oriente, de una Asiria legendaria y considerada cuna de la civilización, pasa a Media, y después a Persia, Egipto y Macedonia, hasta llegar a Roma y Partia (...) La novedad de Trogo, lo verdaderamente revolucionario por su realismo y objetividad, fue el colocar a Roma al final de la evolución histórica junto a Partia, con la que en ese momento compartía el dominio del mundo.»
Fue un oscuro escritor de principios del siglo III, Marco Juniano Justino, el que llevó a cabo la abreviación de la obra de Trogo que nos permite conocerla. En su prólogo lo explicó así: «En los momentos de ocio que disfrutábamos en la ciudad, seleccioné los hechos más dignos de conocimiento de estos cuarenta y cuatro libros (pues publicó otros tantos) y, después de desechar aquellos que ni era grato conocer ni eran necesarios como ejemplo, hice, por así decir, un pequeño florilegio, para que quienes los habían conocido en griego tuvieran con qué recordarlos y quienes no los habían conocido con qué aprenderlos..» Es decir, enseñar deleitando, como subraya el profesor antes citado. El resultado fue una considerable poda, que se calcula la dejó reducida a entre una quinta y una décima parte de su extensión, lo que sin embargo no le resta interés; de hecho acabó sustituyendo al original. Debemos considerar que en la actualidad se siguen practicando estas abreviaciones, como por ejemplo la muy difundida en su día que realizó D. C. Somervell de la colosal obra Estudio de la Historia de Arnold J. Toynbee, o la de Dero A. Saunders de la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano de Edward Gibbon.
Comunicamos esta semana el libro cuadragésimo cuarto y último, en el que Trogo (a través de Justino) se ocupa de Hispania. Es breve, y recoge noticias y datos conocidos por otros autores. Sin embargo, podemos destacar su especial importancia en dos cuestiones. En primer lugar, contiene uno de los primeros laus hispaniæ conocido, fuente de otros posteriores como el famoso de Isidoro de Sevilla. En segundo lugar, es el único autor antiguo que nos transmite la leyenda de Gárgoris y Habis, esto es, el mito fundacional de Tartessos; sin embargo los especialistas discrepan: para unos tiene evidente origen griego, mientras que otros lo consideran autóctono. Presentamos el original latino acompañado de la venerable traducción (más o menos actualizada por este editor digital) que llevó a cabo Jorge de Bustamante, y publicó en Alcalá de Henares el año 1540. Sigue totalmente a Justino, y el filtro del casi medio milenio transcurrido puede convenir para establecer un cierto y respetuoso distanciamiento con el texto. Por un motivo similar he mantenido los nombres de lugar modernos que usa Bustamante: España, Francia, Portugal o Cartagena, en vez de Hispania, Galia, Lusitania o Cartago Nova.
Reconstrucción de Konrad Miller de la sección perdida de la Tabula Peutingeriana (1898) |
Muchas gracias.
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