lunes, 11 de abril de 2022

Juan Gálvez y Fernando Brambila: Ruinas de Zaragoza en su primer sitio

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La guerra de Ucrania sigue, con su cortejo inherente de sangre, sudor y lágrimas. Compasión por los padecimientos y admiración por su resistencia, ambas están continuamente presentes en medios de comunicación y redes sociales. Por ello vamos a continuar, una semana más, con los paralelos ―ciertamente difusos― con la guerra de Independencia, y más en concreto con los sitios de Zaragoza, que pueden recordarnos los actuales de Mariúpol y otras ciudades. Faustino Casamayor nos contó su vivencia de un modo inmediato, anotado día a día. Alcaide Ibieca elaboró la suya a lo largo de varios años, buscando un relato completo con rango de historia. Ahora bien, los sitios de Zaragoza por los franceses adquirieron en la práctica desde su arranque un poderoso carácter propagandístico, que inmediatamente se constituyó en mito.

En 2007, señalaba el hispanista francés Gérard Dufour: «Respecto a los Sitios de Zaragoza, podemos fijar con toda precisión la fecha y el lugar de nacimiento del mito: el jueves 18 de agosto de 1808, a las diez de la noche, en Madrid, en frente de los números 14–19 de la calle de las Carretas, sede de la Imprenta y Calcografía Real, que publicaba la Gaceta de Madrid. En efecto, intrigados por la iluminación del edificio, muchos madrileños habían acudido a este sitio. Se enteraron del motivo de tan extraordinario señal de alegría: el haber transmitido el Consejo de Castilla a los redactores de la Gazeta, para inmediata publicación en un número extraordinario, el texto del parte de Palafox por el cual anunciaba que los franceses habían levantado el sitio de Zaragoza huyendo vergonzosamente. Inmediatamente, la muchedumbre manifestó su alegría gritando ¡Viva la Virgen del Pilar, viva Palafox, viva Aragón! Al día siguiente, 19 de agosto, al mismo tiempo que circulaba por Madrid el número extraordinario que contenía el parte de victoria del general Palafox, la Gaceta publicó un largo artículo para comentar el fracaso de las tropas francesas ante Zaragoza» (…) El mito, nacido en la manifestación espontánea de la víspera, había adquirido al día siguiente sus características definitivas: exaltación de una defensa numantina, de la lealtad y constancia del general Palafox, e intrepidez y valentía de los valerosos esforzados aragoneses héroes defensores de la patria.»

Y más adelante: «Para dejar constancia de lo sufrido por Zaragoza, Palafox llamó al más prestigioso artista de su tiempo, Goya, para que realizara grabados de los monumentos destruidos. En ello, tenía toda la razón, pues las láminas desempeñaban entonces el papel que tendrá luego la prensa ilustrada y, desde los años de 1780 algunos periódicos ya intercalaban láminas entre sus páginas para llamar la atención de los lectores. Goya salió de Madrid poco después del 2 de octubre de 1808 y, según Alcaide Ibieca, tan sólo llegó a Zaragoza al final del mes. Pero pese a que la lámina 7 de los Desastres de la Guerra (¡Qué valor!) representa a Agustina de Aragón tirando del cañón (una escena que no pudo presenciar), Goya no tuvo tiempo para cumplir con su cometido, ya que, ante el resultado de la batalla de Tudela, abandonó la ciudad. En cambio, otros dos artistas, Fernando de Brambilla y Juan Gálvez, que habían venido a Zaragoza sin ser invitados y a sus propias expensas, realizaron una primera lámina sobre los Sitios que fue puesta en venta en Madrid a finales de noviembre de 1808. La conquista de Madrid por Napoleón les obligó a interrumpir su trabajo. Pero veremos que lo continuaron en Cádiz, con notable éxito.»

«En Cádiz, Brambilla y Gálvez, que habían huido de Madrid cuando Napoleón entró en ella, realizaron la serie de las ruinas de la capital de Aragón tales como habían podido verlas después del primer Sitio. No publicaron la serie de golpe, sino lámina por lámina y (¿deferencia hacia las Cortes, habilidad comercial o esperanza de la gratificación solicitada cuando la obra fue acabada?) obsequiaron al Congreso un ejemplar de los grabados en cuanto salían de las prensas. Los gaditanos que asistieron a las sesiones y cuantos leyeron el Diario de las sesiones las Cortes, El Conciso o El Redactor General cuando se hizo alusión a las gracias que había dado la asamblea a tan patriotas artistas, recordaron los heroicos sacrificios consentidos por los zaragozanos en defensa de la libertad. De su libertad. Y de la de la Patria. Hasta el final de la Guerra de la Independencia, los Sitios de Zaragoza constituyeron uno de los principales mitos (o el mito principal) en los cuales se fundó la Nación en armas en su resistencia al Ogro corso. Los defensores de la capital de Aragón constituyeron todo un modelo para los demás españoles.»

Juan Gálvez (1774-1847) y Fernando Brambila (1763-1834) publicaron las 36 estampas de su Ruinas de Zaragoza en su primer sitio entre 1812 y 1813, aunque alguna ya había gozado de impresiones previas. Su éxito dio lugar a una enorme difusión (y al correspondiente desgaste de las planchas originales). El programa previsto contenía todo lo necesario para alimentar el mito: doce retratos de héroes (Palafox, Agustina de Aragón, el tío Jorge...), doce escenas de la heroica defensa durante el primer sitio (la batalla de las Eras, la defensa de las baterías situadas junto a las puertas de la ciudad...), y otras doce con el luctuoso resultado: las ruinas que dan nombre al conjunto (el Hospital General, Santa Engracia, el Seminario...). En esta edición digital hemos adornado cada grabado con diversos textos alusivos, tomados de los más variados autores, y seleccionados un poco a la ligera, sin ninguna pretensión académica.



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