martes, 14 de agosto de 2018

Guillermo de Poitiers, Los hechos de Guillermo, duque de los normandos y rey de los anglos


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Guillermo de Poitiers (c. 1020-1090) fue un clérigo normando (Poitiers fue meramente un lugar de exilio y residencia, como nos informa en un pasaje de la obra), antiguo caballero, que formó parte de la corte y séquito del duque de Normandía Guillermo el Conquistador (1028-1087). Aunque no tomó parte en la campaña de Inglaterra que culmina en la batalla de Hastings (1066), aprovechó su posición y relaciones para redactar la crónica titulada Gesta Willelmi ducis Normannorum et regis Anglorum, apenas unos años después de la conquista, entre 1071 y 1077, de la que constituye una de las principales fuentes más cercanas en el tiempo a los hechos, junto con el conocido como Tapiz de Bayeux. Fue aprovechada por historiadores posteriores como el cronista inglés Orderico Vital, en su Historia Eclesiástica. No se ha conservado íntegra, y el texto actual deriva de la edición que realizó el importante historiador francés André Duchesne en 1619, a partir de manuscritos hoy perdidos. Abarca los años comprendidos entre 1047 y 1068, con referencias a acontecimientos anteriores.

Por supuesto, es un panegírico de su protagonista, al que parangona con otro conquistador de Britania, Julio César. Lo elabora al modo de los admirados modelos clásicos: «Recuerda la antigua Grecia que el átrida Agamenón marchó con mil naves para vengar el tálamo de su hermano: nosotros damos testimonio de que Agamenón fue a buscar la Corona regia con más de mil. Se cuenta que Jerjes unió mediante un puente de naves las famosas ciudades de Sestos y Ábidos, separadas por el mar. Nosotros no decimos sino la verdad, que Guillermo reunió bajo el único timón de su poder las tierras normandas y anglas.» En este sentido, François Guizot, en su traducción de la obra (Caen, 1826) señala: «Guillaume de Poitiers est, à coup sûr, un des plus distingués de nos anciens historiens; il ne manque ni de sagacité pour démêler les causes morales des événemens et le caractère des acteurs, ni de talent pour les peindre. Il connaissait les historiens Latins, et s'est évidemment appliqué à les imiter; aussi Orderic Vital et plusieurs de ses contemporains l'ont-ils comparé à Salluste; il en reproduit quelquefois en effet, avec assez de bonheur, la précision et l'énergie; mais il tombe bien plus souvent dans l'affectation et l'obscurité.»

¿Y qué podemos añadir sobre el personaje historiado y ensalzado? Guillermo el Conquistador pasa por ser el primer rey de Inglaterra. El siempre sugerente y discutible Chesterton, en su Pequeña historia de Inglaterra (1917, en plena y patente crisis del liberalismo), lo trasciende y envuelve en su visión del Jano Bifronte que para él constituyen Francia e Inglaterra: «Hay paradojas permitidas si han de servir para enderezar añejos errores, y hasta puede exagerárselas sin peligro, siempre que no vengan aisladas. Tal la que propongo al comenzar el presente capítulo refiriéndome a la energía de los monarcas débiles. Su complemento —aplicable al caso de la crisis del gobierno normando— es la debilidad de los monarcas fuertes: Guillermo de Normandía triunfó por el momento, pero no definitivamente; había en su gran triunfo un germen de fracaso cuyos frutos brotarían después de su muerte. Su principal objeto era reducir el organismo de Inglaterra a una aristocracia popular como la de Francia. A este fin despedazó las posesiones feudales; exigió voto directo de sumisión por parte de los vasallos, y se volvió contra los barones de todas las armas, desde la alta cultura de los eclesiásticos extranjeros hasta las más rudas reliquias de la costumbre sajona.

»Pero el paralelo de este estado de cosas con el de Francia hace aún más verdadera nuestra paradoja. Es proverbial que los primeros reyes de Francia fueron unos muñecos; que los insolentes mayordomos de palacio eran los reyes de los reyes. Con todo, el muñeco se convirtió en ídolo, en ídolo popular de sin igual poder, ante el cual se inclinaban todos los mayordomos y los nobles. En Francia sobrevino el gobierno absoluto, precisamente porque no era gobierno personal. El rey era una entidad como la república. Las repúblicas medievales se mantenían rígidas, animadas del derecho divino. En la Inglaterra normanda, en cambio, parece que el gobierno fue demasiado personal para poder ser absoluto. En cierto sentido recóndito, pero real, Guillermo el Conquistador fue de hecho Guillermo el Conquistado. A la muerte de sus dos hijos, todo el país se derrumbó en un caos feudal, sólo comparable al que precedió a la Conquista. En Francia, los príncipes, que habían sido esclavos, se transformaron en seres excepcionales, casi sacerdotes, y uno de ellos llegó a ser santo. Pero nuestros mayores reyes continuaron siempre siendo barones, y, por la misma causa, nuestros barones vinieron a ser nuestros reyes.»


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