lunes, 8 de noviembre de 2021

Ángel Pulido, Los israelitas españoles y el idioma castellano. Intereses nacionales

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Tras la Gran Guerra, y en el marco de la conflictiva descomposición del Imperio Otomano, el Directorio Militar de Primo de Rivera aprobó el Real Decreto de 20 de diciembre de 1924 «sobre concesión de nacionalidad española por carta de naturaleza a protegidos de origen español», en cuyo preámbulo se afirma que «Existen en el extranjero, principalmente en las naciones de Oriente y en algunas del continente americano, antiguos protegidos españoles o descendientes de éstos, y en general individuos pertenecientes a familias de origen español que en alguna ocasión han sido inscritas en registros españoles, y estos elementos hispanos, con sentimientos arraigados de amor a España...» Naturalmente, aunque no los menciona, se refiere exclusivamente a la nutrida y dispersa población sefardí. Ahora bien, continúa, «representa la naturalización menos una concesión propiamente dicha que el reconocimiento de una realidad ya existente». El destacado hispanista Joseph Pérez (fallecido el pasado año), apostilla en su Los judíos en España: «No se puede decir de forma más clara que, para el Directorio, los sefardíes son españoles de hecho, si no de derecho.»

Este reconocimiento jurídico fue consecuencia directa del cambio de actitud con los descendientes de los judíos expulsados en 1492, superando la tradicional y rotunda descalificación por motivos religiosos aun generalizada en el siglo XIX, como observamos en la Historia de las sociedades secretas antiguas y modernas en España de Vicente de la Fuente. Los contactos se habían reiniciado a raíz de la expedición militar a Marruecos de 1859, aunque con limitados resultados. Hubo, por tanto, que esperar al gran activismo desarrollado por el senador Ángel Pulido Fernández (1852-1932), médico, académico y político en la órbita del partido liberal de Sagasta. El motivo de su interés nos lo cuenta así Joseph Pérez: «en el verano de 1880, un médico español, con ocasión de un viaje por el Danubio y la Europa oriental (...) se llevó una inmensa sorpresa al encontrarse con varios judíos que le hablaron en español y le dieron noticia de las comunidades sefardíes de Serbia, Bulgaria, Rumanía y Turquía. Al regresar a España, el doctor Pulido escribió un primer artículo en forma de carta abierta en El Liberal de Madrid para informar de lo que había descubierto y llamar la atención de sus compatriotas sobre aquella situación totalmente desconocida.»

Y continúa: «Durante otros viajes a la Europa central, Pulido acumuló datos y documentos que le sirvieron para realizar una intensa campaña a favor del acercamiento a los sefardíes, campaña que impulsó en estrecha colaboración con el rabino de Bucarest, Enrique Bejarano. Pulido opinaba que el antisemitismo popular español iba orientado contra un judío casi legendario y añadía que la gran mayoría rechazaba el fanatismo de antaño (...) El 13 de noviembre de 1903, Pulido pidió en el Senado que España se acercase a los sefardíes balcánicos, nombrando cónsules entre ellos en las ciudades principales, abriendo escuelas para difundir la enseñanza en castellano y anudando vínculos comerciales. Al año siguiente, desarrolla su campaña por medio de la prensa —artículos en El Liberal, La Ilustración Española y Americana—. Recoge estos artículos en un libro, Los judíos españoles y el idioma castellano. Amplía esta campaña en 1905 con otro libro, Españoles sin patria y la Raza Sefardí

Naturalmente, la obra que comunicamos es hija de su tiempo: junto con lo que podemos considerar motivaciones humanitarias, generosas y admirables, percibimos un potente nacionalismo basado en la lengua, que envidia las campañas y proyectos que desarrollan en Oriente franceses, alemanes, ingleses e italianos. Por tanto, plantea que hay que actuar de modo semejante a aquellos, aprovechando la ventaja que supone el uso habitual del castellano por parte de los sefardíes, y que se deben estrechar vínculos comerciales y culturales que posibiliten mutuos beneficios de todo tipo. Ahora bien, los planes de Pulido no tienen en cuenta la existencia de múltiples fidelidades nacionales entre dicha población: turca, rumana, y cada vez más, sionista que quiere construir un hogar nacional en Palestina. Así, aunque algunos sefardíes se establecieron en España, las consecuencias prácticas de este acercamiento fueron muy limitadas. No deben sin embargo descalificarse: las reformas a que dieron lugar, y que hemos citado al inicio de esta entrada, constituyeron la base legal que posibilitó, pocos años después, el rescate de un número no despreciable de judíos europeos en las tremendas circunstancias del Holocausto.


La Alborada, de Sarajevo, escrito en castellano con caracteres hebreos.

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