El racismo práctico es muy antiguo en la historia; no así el llamado racismo científico, que eclosiona en el siglo XIX entre algunos intelectuales hijos de la Ilustración. Pretende proporcionar un discurso, una justificación racional, secular y progresista al orgullo del propio grupo y al desprecio de los extraños, y al dominio de aquellos sobre éstos: el imperialismo. Su éxito será considerable, y en buena medida las sociedades occidentales (y otras extraeuropeas) interiorizarán un racismo muy extendido y muy variado: desde un humillante paternalismo hacia los considerados inferiores, hasta el exterminio de grupos enteros, pasando por la general explotación económica y la discriminación social. Políticos y publicistas de todas las tendencias se verán afectados, pero no todos: por muy diversos motivos (religiosos, filosóficos, políticos…) hubo numerosas personas e instituciones que rechazaron en mayor o menor medida ese consenso generalizado de la época; dominante pero no absoluto. Esas voces aisladas y minorizadas consuelan al espectador actual, ante otros consensos dominantes de nuestro tiempo...
Si las semanas pasadas comunicábamos en Clásicos de Historia a Ángel Pulido, uno de ellos, hoy presentamos al médico italiano (y también criminólogo, y sociólogo, y político republicano), Napoleone Colajanni (1847-1921), que se ocupó en varias obras del problema de las razas, especialmente en su Latini e Anglo-sassoni (Razze inferiori e razze superiori), publicada en 1903, donde estudia desde la fisiología, psicología y sociología de las razas, y rechaza las supuestas características definitorias de cada una de ellas y, por supuesto, la imaginada superioridad de unas sobre otras. Una derivación de estos planteamientos hacía depender la delincuencia de factores congénitos, es decir, de la raza. Lo cual conducía (todavía lo hace hoy) a identificar el crimen con los inferiores: pobres, extraños e inmigrantes. En la misma Italia, los mayores índices de delitos en el sur respecto del norte, eran atribuidos por diversos expertos de forma determinista, a factores antropológicos y ambientales: es decir, a un determinismo que se impone al individuo. En contra, Colajanni recalca la importancia decisiva de los factores culturales, sociales y económicos.
Comunicamos esta semana el breve artículo que sobre esta cuestión publica en 1899 en la revista porteña Criminología Moderna.
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