lunes, 20 de diciembre de 2021

Flavio Arriano, Historia de las expediciones de Alejandro

Desconocido de El Fayum

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También conocida como Anábasis de Alejandro. Federico Baráibar y Zumárraga, su traductor, la presentaba así: «Flavio Arriano nació en Nicomedia de Bitinia, donde se educó y fue sacerdote de Ceres y su hija Proserpina, que recibían en aquella ciudad especial culto. Floreció en tiempo de Adriano y de los dos Antoninos, consagrando su existencia a la filosofía, las letras y las magistraturas civiles y militares. Discípulo de Epicteto y partidario de la doctrina estoica, escribió ocho libros de las Disertaciones de aquel filósofo, doce de sus Homilías, una Biografía del mismo y un Manual de su filosofía. Aficionado desde niño a las letras, cultivó con ingenio singular la historia y la geografía, conquistándole su talento honores tan distinguidos como la ciudadanía de Roma y Atenas, el gobierno de la Capadocia y el mismo consulado, y granjeándole la amistad de los hombres más eminentes de su siglo, entre los cuales figuran Plinio el Joven y Luciano de Samosata, que hablan de él con extraordinario aprecio. Sus puestos oficiales le permitieron poner en práctica sus dotes de general y jurisconsulto, de las cuales dejó buena memoria, facilitándole al propio tiempo la composición de algunos trabajos históricos, tales como las Guerras contra los Partos (Παρθικὰ), Contra los Alanos (Ἀλανικὰ), el libro de Táctica (Τέχνη τακτική) y el Periplo del Ponto Euxino (Περίπλους Εὺξείνου Πόντου).

»Estas y otras obras, y el particular y a menudo feliz empeño que puso Arriano en imitar al autor de la Anábasis, le valieron el sobrenombre de nuevo Jenofonte, modelo que siguió constantemente hasta copiarlo con la excesiva nimiedad que es de notar principalmente en la Historia cuya versión ocupa este volumen. El título, la división en siete libros, el dialecto, las formas de la narración, el sobrio empleo de los discursos, la minuciosidad en las descripciones militares y otros pormenores, son idénticos en las Anábasis de ambos escritores; pero al compararlos, resulta claramente la inferioridad de Arriano, a pesar de su innegable mérito. “Su dicción, dice Saint Croix, es menos elegante, y no tiene la gracia de la de su modelo, notándose en ella, no obstante su claridad, la falta de soltura y el amaneramiento casi inevitable en las imitaciones. Arriano es recomendable por el orden y colocación de las palabras, pero su narración no es animada ni dramática como la de Jenofonte. La precisión de Arriano nunca le hace degenerar en oscuro; pero su sencillez es más fruto del arte que de la naturaleza. Si emplea términos nuevos, son siempre inteligibles y no perjudican a la claridad, su principal mérito. Carece de elevación, y cuando deja un instante de imitar y usa una frase enteramente suya, incurre a veces en bajeza. Sin embargo, la lectura de sus obras no cansa ni fatiga.”

»Con esto, y con añadir que el estilo de Arriano es en general sencillo, elegante y templado, sin caer casi nunca en excesos retóricos ni salirse del tono conveniente a la historia, creemos haber dicho lo suficiente para quien desconozca el griego o no quiera molestarse leyendo el original. Las observaciones que pudieran hacerse sobre otros méritos o defectos de su Historia, justamente considerada como la mejor que se ha escrito de Alejandro, amén de ser quizá mera repetición de lo consignado ya en cien libros, están al alcance de los ilustrados lectores. Respecto a nuestra traducción, primera que se imprime en castellano, nos cierra la boca otro orden de consideraciones. Sólo diremos, pues, recomendándonos a la benevolencia del público, que hemos procurado ser fieles al original, sin ceñirnos siempre rigurosamente a su letra para evitar repeticiones y giros que serían insoportables en nuestro idioma. El texto que hemos seguido es el publicado por Fr. Dübner en la Biblioteca griega de Fermín Didot (1877), agregando a la versión las notas absolutamente indispensables para su inteligencia, huyendo del aparato de fácil y pedantesca erudición.»

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