lunes, 31 de julio de 2023

William Jay, Causas y consecuencias de la guerra de 1847 entre Estados Unidos y Méjico

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Alexis de Tocqueville en Sobre la democracia en América, fruto de su viaje a Estados Unidos en 1831 y que comenzó a publicar cuatro años después, puso de relieve el expansionismo norteamericano:

«En el sudoeste, México se presenta ante los pasos de los angloamericanos como una barrera. Así, pues, no hay ya, a decir verdad, sino dos razas rivales que se reparten actualmente el Nuevo Mundo: los españoles y los ingleses. Los límites que deben separar a esas dos razas han sido fijados por un tratado. Pero por favorable que sea este tratado para los angloamericanos, no dudo que lleguen bien pronto a infringirlo. Más allá de las fronteras de la Unión se extienden, del lado de México, vastas provincias que carecen todavía de habitantes. Los hombres de los Estados Unidos penetrarán en esas soledades antes de aquellos mismos que tienen derecho a ocuparlas. Se apropiarán el suelo, se establecerán en sociedad y, cuando el legítimo propietario se presente al fin, encontrará el desierto fertilizado y a extranjeros tranquilamente asentados en su heredad. La tierra del Nuevo Mundo pertenece al primer ocupante, y el imperio es allí el premio de la carrera. Los países ya poblados tendrán dificultades, a su vez, para preservarse de la invasión.

»He hablado ya... de lo que ocurre en la provincia de Texas. Cada día los habitantes de los Estados Unidos se introducen poco a poco en Texas, adquieren tierras y, en tanto que se someten a las leyes del país, fundan en él el imperio de su lengua y de sus costumbres. La provincia de Texas está todavía bajo la dominación de México; pero bien pronto no se encontrarán en ella, por decirlo así, más mexicanos. Semejante cosa sucede en todos los puntos donde los angloamericanos entran en contacto con las poblaciones de otro origen.

»No se puede disimular que la raza inglesa haya adquirido una inmensa preponderancia sobre todas las demás razas europeas del Nuevo Mundo. Es muy superior en civilización, en industria y en poder. En tanto que no tenga delante de ella sino regiones desiertas o poco habitadas; en tanto que no encuentre en su camino poblaciones aglomeradas, a través de las cuales le sea imposible abrirse paso, se la verá extenderse sin cesar. No se detendrá en las líneas trazadas en los tratados, sino que se desbordará por todas partes por encima de esos diques imaginarios.»

Y la profecía se cumplió. En 1836 se sublevan los colonos anglosajones de Texas, restablecen la esclavitud abolida por Méjico, y proclaman su independencia, que será reconocida por Estados Unidos. El conflicto se prolongará hasta la guerra definitiva que arranca en 1846. Y de ella va a hablarnos el hijo de nuestro conocido John JayWilliam Jay (1789-1858) fue un prestigioso juez del estado de Nueva York, que desarrolló numerosas acciones filantrópicas a favor de la abolición de la esclavitud. De tendencia conservadora, rechazó asimismo el militarismo y el recurso a la guerra como solución de los conflictos, y defendió en su lugar el arbitraje internacional. Apenas finalizada la invasión norteamericana de Méjico y firmado el Tratado de Guadalupe Hidalgo, publicó en 1849 su rigurosa condena de lo sucedido con el título A Review of the Causes and Consequences of The Mexican War. Con esta obra, dice, «hemos tratado de dar a los lectores una idea de la enorme suma de crímenes y calamidades que resultan de nuestra guerra con México.»

Jay atribuyó el origen de la guerra únicamente al interés de los estados esclavistas en expandirse territorialmente y lograr un mayor peso político en la Unión, a costa de los estados del norte. Sostiene que aquellos prevén desarrollar en los territorios adquiridos nuevas plantaciones, que incrementarían los beneficios de sus propietarios y de los criadores y comerciantes de esclavos. El autor considera que por meros intereses partidistas una parte considerable de la clase política del norte, en principio abolicionista, les habría apoyado. Y rechaza la justificación oficial de la guerra: cuando el gobierno mejicano denegó con toda justicia la anexión de Texas a Estados Unidos, el presidente James K. Polk promovió la que denomina guerra defensiva con falsos argumentos: los supuestos agravios mejicanos no tenían consistencia alguna y nunca se produjo el imaginado ataque mejicano a territorios norteamericanos. En conclusión, Jay condena la guerra como totalmente injusta, además de señalar el enorme coste en vidas y valores humanos; por otra parte ha sido económicamente ruinosa, como toda guerra.

Finley, Mapa de América del Norte, 1826.

lunes, 24 de julio de 2023

Manuel Gil Maestre, El anarquismo: hechos e ideas

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Julián Casanova, en La cara oscura del anarquismo, que forma parte de la obra colectiva Violencia política en la España del siglo XX dirigida por Santos Juliá (Madrid 2000) se refiere a «...la doble cara del anarquismo español, la que le acompañó en sus ochenta años de historia, desde que Giuseppe Fanelli llegó a España en noviembre de 1868 hasta el exilio de miles de militantes en los primeros meses de 1939. Ochenta años cargados, por un lado, de una frenética actividad propagandística, cultural, educativa y, por otro, de terrorismo y de violencia; de huelgas y sueños igualitarios; de insurrecciones y terrores justicieros. Desde Fanelli al exilio republicano, el anarquismo arrastró tras su bandera roja y negra a sectores populares diversos y muy amplios. Sin ellos, nunca hubiera llegado a ser un movimiento de masas, se hubiera quedado en una ideología útil para individualidades rebeldes, muy revolucionaria pero frágil, arrinconada por el crecimiento socialista y relegada a la violencia verbal. Pero su historia quedó también asociada a la bomba y al revólver, a la siniestra figura del hombre de capa negra con el cartucho de dinamita y al pistolero, al comecuras y al justiciero de la Federación Anarquista Ibérica.»

En realidad su gran crecimiento estuvo relacionado con su mayoritaria conversión al anarcosindicalismo, con la fundación de la CNT en 1910, y es por tanto posterior a la obra que presentamos esta semana. Publicada por entregas en la Revista Contemporánea de Madrid en los años 1897 y 1898 por Manuel Gil Maestre (1844-1912), magistrado, liberal reformista, interesado en las cuestiones sociales con abundantes publicaciones al respecto, y que había sido recientemente gobernador civil de Barcelona. Ante «los numerosos y cada día más horribles atentados que los anarquistas de acción, practicando la inconcebible propaganda por el hecho, han llevado a efecto desde hace algunos años en varias naciones de América y Europa, y, por desgracia, con bastante frecuencia en España», pretende «dar a conocer el verdadero carácter del anarquismo español, las ideas que en él más han influido, su origen, desarrollo e importancia que hoy alcanza, sus publicaciones periódicas y demás escritos, su táctica especial, sus agrupaciones, sus reuniones más señaladas, sus principales adeptos, sus relaciones, sus hechos más notables y su decaimiento, todo con las reservas que la prudencia y otras consideraciones imponen, tomando como base sus manifestaciones en Cataluña, por ser la comarca en que arraigó más profundamente.»

Es éste su objetivo principal, por lo que tituló sus colaboraciones como El anarquismo en España y el especial de Cataluña. Tras concluirlas, prosiguió con El anarquismo: su filiación, sus causas, su desenvolvimiento y sus doctrinas. Aunque esta segunda parte quedó reducida en buena medida al análisis de los autores a los que considera el origen intelectual de este movimiento: Proudhon, Herzen, Chernishevski y el nihilismo ruso. Concluyó refiriéndose a El ideal y las doctrinas anarquistas según varios escritores: Lenz, Lombroso, Serpa Pimentel, Malato, Reclus, Merlino, Baucel… A lo largo de su estudio, el autor contrapone el ideal anarquista, en el que encuentra aspectos positivos hacia los que considera evoluciona la humanidad, con la propaganda por el hecho, la táctica terrorista de numerosos anarquistas. Y por la misma razón, alaba repetidas veces el talante constructivo de sus rivales socialistas.

Y concluye así Gil Maestre: «hoy en día trabajan al anarquismo dos tendencias distintas, de las que indudablemente resultará su más o menos completa trasformación, que será o no de aplaudir, según que dominen los conciliadores o los intransigentes, los que aleccionados por la experiencia, y ante los resultados a su causa adversos de repetidos actos que han merecido reprobación universal y que a nada bueno conducían, no quieren imponer una revolución social que lleve al régimen anárquico, valiéndose al efecto de medios que lejos de aumentar sus fuerzas las disminuyen, que en vez de atraer a la población obrera la separan, que en lugar de hacer simpática su causa la hacen odiosa, que aumentan la cohesión de la llamada burguesía, fortalecen al capitalismo y al industrialismo, aumentan el malestar y prolongan la existencia de instituciones y organismos ya condenados por la conciencia política, o los que, fanáticos y obcecados, o con fines de cierta índole, consideran, ya que no dañosos, inútiles a los teóricos, a los meramente doctrinarios. Que predominen aquéllos, que el verdadero ideal se imponga a la propaganda por el hecho, que es su negación, será un bien; que dominen los últimos, y la humanidad tendrá que llorar nuevos desastres.»

Eduardo Chicharro Agüera: La familia del anarquista el día de la ejecución, 1897

lunes, 17 de julio de 2023

Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

Retrato imaginario, hacia 1870

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Julián Marías en su Cervantes clave española: «No hace mucho tiempo hice un experimento curioso: releer el Quijote íntegro, sus dos partes, sin notas ni pausas, en poco más de una semana, como se lee usualmente una novela ―que es precisamente lo que es el Quijote―. Así lo leían sus contemporáneos; primero, claro es, el Quijote originario, el de 1605; luego, desde 1615, la segunda parte y después probablemente las dos juntas. Creo que esta lectura rápida y continua es insustituible y completa la más usual, fragmentaria, demorada, con reflexiones y comentarios. Se descubre así la estructura del Quijote, el peso de sus diferentes porciones y elementos, su verdadero ritmo interno, su significación como una empresa unitaria, articulada en dos etapas.»

«Me interesa un Cervantes para lectores. Los libros son para leerlos. La tendencia dominante hoy entre los estudiosos es analizar los libros, hacer papeletas de ellos (mejor, perforadas y destinadas a un computador) y, si es posible, no leerlos.» «La fragmentación erudita y estudiosa del Quijote lo atomiza, porque lo reduce a sus elementos, y no podemos irnos a vivir a ellos, como no podemos beber el oxígeno y el hidrógeno que componen el agua, ni ver con las vibraciones electromagnéticas a que puede reducirse la luz»

«Conviene, pues leer este libro como una novela, seguir su corriente, habitar vicariamente en ese mundo que era el de Cervantes. Pero se preguntará cómo puede hacerse esto. ¿No son las circunstancias enteramente distintas? ¿Cómo puedo irme a vivir al mundo de un hombre que murió en 1616 y a quien no he tenido la suerte de conocer, con quien nunca he podido hablar? La posibilidad estriba en que Cervantes hizo ese mundo inteligible, lo hizo comunicable mediante esa extraña transparencia que introduce eso que llamamos literatura. Aunque no siempre se vea con claridad, la literatura consiste en dar transparencia a la vida y al mundo y hacer así posible la transmigración imaginaria a mundos ajenos.

»Por eso es una fabulosa dilatación de la circunstancia. Gracias a ella puede salir el hombre de su circunstancia real, del mundo en que efectivamente vive, con todas sus limitaciones , y puede alcanzar en principio otras formas de vida, otras épocas, vivencias que nunca ha tenido y que son inteligibles gracias a la recreación literaria. El que nunca se ha enamorado entiende lo que es amor, el que nunca ha tenido celos entiende el Otelo, el que no ha estado desesperado entiende la desesperación, el que no ha dudado entiende la duda de Hamlet. El Quijote es acaso el mayor ejemplo de esa posibilidad de dar transparencia, coherencia y comunicabilidad al mundo.»

Pero volvamos a ras de tierra. Es el mismo Miguel de Cervantes (1547-1616) el que nos ¿anima? a la lectura del Quijote: «Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento.

»Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres; y ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor de ella, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice: que debajo de mi manto, al rey mato. Todo lo cual te exenta y hace libre de todo respecto y obligación; y así, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por el mal ni te premien por el bien que dijeres de ella.»

He utilizado el Quijote publicado por Ediciones de La Lectura, Madrid 1911-1913. Por mi parte, he actualizado ligeramente el lenguaje, cuya conveniencia sostenía Julián Marías en la obra que he citado más arriba. He eliminado ciertas fórmulas usuales en tiempo de Cervantes (sostenello por sostenerlo, etc.), pero he respetado los abundantes arcaísmos en la forma de hablar de Don Quijote y otros personajes, cuando imitan a las novelas de caballería.

Daumier, Don Quijote y Sancho

viernes, 7 de julio de 2023

De nuevo, el blog bloqueado

Aunque sólo la entrada correspondiente a la Historia de Roma de Tito Livio. El resto funciona correctamente.

He recibido el siguiente correo:
























El notificador de la infracción parece ser tienda.rbacoleccionables.com, según indica LUMEN. En una tacada denunciaron cinco blogs. Esta es la captura de pantalla:



















No he recibido información sobre los contenidos concretos que reclaman: La traducción de Livio es de Antonio Diego Duarte Sánchez  que autorizaba su reproducción en https://sites.google.com/site/adduartes/tito-livio (consultado el 21 de abril de 2014). Estos datos figuran, por supuesto, en la obra. Aprovecho para expresarle mi agradecimiento por su generosidad. Las dos ilustraciones proceden, sin identificaciones, de la red, y la presentación es mía.

He llamado hoy por teléfono a RBA, pero no me han proporcionado ninguna información. Les he rogado que cuando dispongan de ella me lo notifiquen aquí en el blog o en mi teléfono particular. Hasta que solucione permanecerá en borrador la entrada comprometida y sin acceso la Historia de Roma.


Una hora más tarde

Parece sencillo el error de RBA. Comercializan una parte de la utilísima Biblioteca Clásica Gredos, por entregas. Entre ellas la excelente edición y traducción de la Historia de Roma desde su fundación, a cargo del profesor José Antonio Villar Vidal. Pues bien, no han sido capaces de realizar un simple cotejo con la versión de Antonio Diego Duarte Sánchez que incluí en su día, como someramente acabo de realizar, antes de presentar su denuncia. Las diferencias son patentes.

Pero aun hay más. En su catálogo incluyen numerosas obras que he comunicado en Clásicos de Historia a partir de viejas ediciones libres de derechos de autor, como consta en ellas. Confío por tanto en que no se vuelva a repetir este desagradable incidente.

Todavía no he recibido contestación de RBA.


Martes 11 de julio

El pasado día 8 envié un correo electrónico a coleccionables@rba.es exponiendo otra vez el problema. Por ahora no me han contestado.

Por otra parte, he presentado a Google la correspondiente contranotificación basada en la DMCA. Hoy me han solicitado más detalles, que les he remitido, y he quedado a la espera del resultado.


Lunes 17 de julio

La semana pasada, a solicitud de Google, hube de ampliar con detalles adicionales mi contranotificación. Hoy he recibido hoy un correo de  Google acusando recibo de mi contranotificación, cuya traducción es la siguiente:

Hemos recibido su contranotificación. Se lo reenviaremos al usuario que solicitó la eliminación de su contenido. Si no recibimos pruebas de que han presentado una acción legal contra usted dentro de los 10 días hábiles, restableceremos el material en cuestión. Una acción legal puede ser una demanda en su contra o un reclamo con un proveedor alternativo calificado de resolución de disputas que nombra las URL en cuestión y busca una orden judicial para restringir su supuesta infracción.

RBA sigue sin comunicarse conmigo.


Sábado 28 de julio

Ayer recibí una atenta comunicación de Google cuya traducción es la siguiente:

Hola.
Gracias por ponerte en contacto con nosotros.
De acuerdo con su contranotificación, hemos restablecido las siguientes URL: http://clasicoshistoria.blogspot.com/2014/04/tito-livio-historia-de-roma-desde-su.html
Saludos,
El equipo de Google

La entrada y los enlaces correspondientes ya están accesibles.

RBA sigue sin comunicarse conmigo.

lunes, 3 de julio de 2023

Richard F. Burton, Peregrinación a La Meca y Medina

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En Los grandes imperios coloniales, José Luis Comellas caracteriza así al explorador del siglo XIX: «Curioso, intrépido, incansable, con una capacidad casi sobrehumana para superar todas las dificultades, individualista, hasta el punto de que casi siempre, cuando es encargado de una misión, va más allá de las instrucciones recibidas; tenaz y hábil al mismo tiempo, generoso casi siempre con sus compañeros o con los indígenas, a quienes conoce y con los que se compenetra mucho mejor que los colonizadores, sin otra ambición, muchas veces, que la de llegar a los países más lejanos y más desconocidos, resulta por lo general un personaje simpático y hasta con frecuencia ejemplar. No es extraño que durante mucho tiempo los libros de lectura escolar se hayan explayado con tanta frecuencia en la vida y obra de los exploradores.»

Y más adelante: «Es asombrosa la capacidad del pionero por adaptarse al medio humano, vivir como los indígenas, adoptar sus costumbres, o hasta hacerse pasar por uno de ellos. De aquí esa facilidad para la metamorfosis que a veces resulta difícilmente imaginable», como veremos en el autor de esta semana. Y también: «El ansia de actividad, y en ocasiones la incapacidad para readaptarse a la vida europea hicieron que los exploradores repitieran una y otra vez sus hazañas… El explorador sólo descansa tranquilo de regreso en su tierra natal cuando puede permitirse el lujo de escribir sus memorias o relatar sus aventuras: es una forma de vivirlas de nuevo. Se conservan infinidad de relatos, de calidad literaria muy diversa, pero todos vívidos y en ocasiones emocionantes.»

El capitán Richard F. Burton (1821-1890) fue explorador, antropólogo, políglota, fecundo escritor y traductor, y diplomático. En su juvenil estancia en la India durante siete años, en el ejército colonial, desarrollará una prodigiosa capacidad para adaptarse a las más variadas culturas, que será clave para sus constantes viajes posteriores por Asia, África y América. La primera de sus grandes expediciones tuvo lugar en 1853: se propuso realizar la peregrinación a los lugares más sagrados del Islam, La Meca y Medina. Se hará pasar por un médico persa primero, y luego por afgano de la India. A su regreso, la publicación en 1855 de Personal narrative of a pilgrimage to Al-Madinah & Meccah, le proporcionará una gran fama que le facilitará sus empresas posteriores, entre las que destacan sus exploraciones con John H. Speke y en solitario, en la región de los Grandes Lagos, a la búsqueda de las fuentes del Nilo.

lunes, 26 de junio de 2023

Romualdo Nogués, Aventuras y desventuras de un soldado viejo natural de Borja

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Hay épocas, más o menos largas, en las que las sociedades aparentemente tienden a polarizarse en torno a dos o más posiciones enfrentadas, por motivos económicos o culturales (ideológicos, políticos, religiosos...). Son etapas de conflicto, de tensiones manifiestas, y en ocasiones de guerra civil. En ellas el protagonismo está en los extremos militantes que aun siendo por lo general minorías escuetas, con su agitación, propaganda y violencia, quieren movilizar y absorber a las mayorías templadas y pacíficas centradas en su vida privada: se les quiere obligar a tomar partido. Para ello los activistas se cargan de razones: el mero interés propio se reviste de ropajes morales que les justifican, y que al mismo tiempo demonizan hasta el extremo al contrario, y niegan la posibilidad de cualquier equidistancia, tan nociva o más como el enemigo… Y sin embargo, a estos tiempos de espasmo tienden a agotarse en sí mismos, y suelen continuarse en otros de marasmo (por utilizar las expresiones de Julián Marías.)

Romualdo Nogués, una vez concluida su carrera militar, y durante el marasmo de la Restauración, rememora su vida bajo el espasmo liberal. Vive de muchacho la primera guerra carlista (presencia la cincomarzada zaragozana) y participa como militar en la segunda (la guerra dels matiners) y la tercera. Y también en la de África, tomando parte en la batalla de Wad-Ras. Los continuos pronunciamientos y conflictos entre carlistas, moderados, progresistas, unionistas, demócratas y republicanos le producen un profundo rechazo de todos ellos, al considerarlos responsables del profundo deterioro de la sociedad española de su tiempo, y de la decadencia de la nación. En todos estos acontecimientos históricos su participación fue secundaria y tangencial: es uno más de la inmensa mayoría de españoles llevados de aquí para allá, en el flujo y reflujo de las luchas políticas. 

Sus memorias por tanto no son de esas que gustan dictar las primeras figuras de la vida política ―lo que yo dije, lo que hice, lo que yo ¡ay! pretendí...―, con las que buscan asegurarse un puesto soleado y amable en la historia, o por lo menos justificarse. Nogués no ha realizado grandes hechos, sus actuaciones, en la guerra y en la paz, no han influido bajo ningún concepto en el discurrir de los acontecimientos… Por ello nos cuenta meramente lo que ha visto como el espectador que ha sido; eso sí tamizado por su propio rechazo y desencanto ante tanta grandilocuencia, intereses egoístas y deshumanización. No esperamos profundas reflexiones. El soldado viejo se autopercibe, aunque sea irónicamente, como reaccionario, y su estilo parece querer ser, conscientemente, popular e incluso cuartelero. Sus memorias parecen ser una sucesión de anécdotas, chistes, chascarrillos, y cuentecillos baturros, pero que nos recrea la vida misma, tal como el autor la vivió o la recuerda.

En enero de 1894, poco antes de la publicación de estas memorias en la revista madrileña La España Moderna, otra revista, la zaragozana España Ilustrada, publicó una reseña de sus colaboradores, en la que se refería así a nuestro autor (posiblemente la nota fue redactada por el propio Nogués):

«Nacido en Borja en 1824, fue cadete y alférez de voluntarios de Aragón, teniente del Regimiento de Zaragoza, y en las que el general Nogués llama borricadas de Madrid de 1854, siendo capitán del Batallón de la Constitución, en la calle de la Libertad, un patriotero escondido noblemente y sin que nadie le hostilizara, con una sola bala le agujereó cuatro veces el pellejo inutilizándole la mano derecha, a la que desde entonces él, con suma seriedad, llama la mano de la libertad. Ha tomado parte en todas las guerras que ha habido en España, en la de África, en dos sitios y revoluciones, siempre sirviendo al gobierno constituido, y siempre siendo postergado en las recompensas o alabanzas, porque como no fue adulador ni conspirador, sólo le dieron aquello que no podían quitarle. Jamás ostenta condecoraciones ganadas en luchas civiles. Como buen patriota ama a España, pero odia a blancos y a negros. Es siempre del partido opuesto a la persona con quien habla.

»Su nota como escritor data de haber dudado una persona que no servía para la literatura, y ahí tenemos sus preciosos folletos Cuentos para gente menuda 1.ª, 2.ª y la 3.ª serie publicada en folletín en España Ilustrada; Cuentos aragoneses (1.ª y 2.ª serie), y el que tanta polvareda levantó en la villa y corte de Madrid Ropavejeros y anticuarios, libro en que se retrata perfectamente el estilo satírico y caustico del señor Nogués, más conocido con el sobrenombre de El soldado viejo natural de Borja

lunes, 19 de junio de 2023

Vicente de la Fuente, La sopa de los conventos

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El definitivo establecimiento del sistema liberal en España a partir de 1833 supuso la primera gran ruptura de los españoles (o mejor, de su clase política y de los grupos movilizados por aquella) entre partidarios y opositores al protagonismo de la religión en la vida social de pueblos y ciudades. Manifestación de este choque fueron el extrañamiento de clérigos y obispos, las matanzas de frailes, el cierre de la mayoría de los conventos y monasterios, la venta-reparto de sus bienes entre los simpatizantes acomodados del liberalismo, la patética figura del exclaustrado, y naturalmente la atroz guerra civil. En realidad, el proceso se había iniciado tiempo atrás, y cabe considerarlo como la transformación del viejo enfrentamiento entre regalistas y ultramontanos (la expulsión de los jesuitas bajo Carlos III, por ejemplo) en la lucha sin cuartel entre el liberalismo secularizador y el carlismo tradicionalista, con triunfo de los primeros. Ambos bandos estuvieron inicialmente dominados por los sectores más intransigentes: progresistas e integristas, respectivamente, pero desde uno y otro bando, o desde fuera de ambos, surgen numerosos intelectuales y políticos que promueven el acercamiento de las posturas tan contrapuestas, aunque sin abandonar las propias ideas ni la crítica de las acciones del contrario.

El catedrático y prolífico escritor Vicente de la Fuente (1817-1889) es un ejemplo de ello. Desde un estricto planteamiento católico publica La sopa de los conventos en el folletín del diario El pensamiento español de Madrid, en los primeros meses de 1868, cuando es patente la amenaza de una nueva radicalización liberal, expresada en la confluencia de unionistas, progresistas y demócratas en su rechazo al gobierno liberal moderado. Es una obra de combate, centrada en la defensa del papel benéfico y asistencial desempeñado por las viejas órdenes religiosas, y los patentes efectos negativos que tuvo su eliminación treinta años antes por parte de los liberales, que las motejaban como obstáculos tradicionales para el triunfo del progreso. El tono satírico y mordaz con el que contrapone los argumentos desamortizadores con sus resultados prácticos fue considerado «tan característico de suyo, que basta para estereotipar su personalidad y darle puesto entre los escritores festivos y los ingenios picarescos de nuestra patria.»

La opinión corresponde a Alejandro Pidal, en la laudatoria necrología leída en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1890. Allí caracterizaba así a nuestro autor: «Era don Vicente de la Fuente aragonés de alma y cuerpo todo entero, es decir, por nacimiento, por vocación y por naturaleza en la más lata acepción de esta palabra. Era el representante genuino del tipo del español rancio, católico por fe y por tradición, demócrata por costumbre, altivo por humildad, humilde sin humillación, chancero con reverencia, laborioso por vocación y por hábito, sencillo por carácter y educación, dado a llamar las cosas por su nombre, desenfadado en el estilo como catedrático y escritor, propenso a la sátira y al donaire, no siempre afortunado en él, y a veces, sin pretenderlo, tan elocuente que arrancaba lágrimas al corazón de su lector o su auditorio.»

Subrayó asimismo su tenaz independencia «basada en la humildad y en la ciencia, amante del progreso y de la tradición, enemiga de toda intrusión extranjera, desconfiada por experiencia y por instinto de todo procedimiento político...» Pero «colocado así entre los dos extremos del campo de batalla, tuvo la gloria de recibir los ataques combinados de todos ellos, y aunque como católico de profesión militó siempre en las filas cristianas, haciendo frente a las huestes racionalistas, triste es decirlo pero es justicia proclamarlo, que... (las heridas) las recibió, mientras peleaba en la brecha, de los que debían ser sus compañeros, por la espalda... No le perdonaron los fariseos, que no odian nada tanto como la idea de un Jesús que no haga la redención a caballo...»

En Clásicos de Historia ya hemos comunicado algunas de su muy abundante producción: la Historia de las sociedades secretas antiguas y modernas en España y especialmente de la Francmasonería, los tres tomos con los que contribuyó a la monumental España Sagrada referentes a Tarazona-Tudela y a los titulares de iglesias in partibus infidelium, e incluso sus cinco juveniles colaboraciones en Los españoles pintados por sí mismos

Leonardo Alenza, La sopa boba (detalle)