Presentamos esta semana lo más semejante a un misceláneo blog de la época de los Antoninos. Aulo Gelio, nacido en Roma hacia el año 130, residió en su juventud en Atenas (etapa que parece añorar el resto de su vida), en estrecho contacto con gramáticos y filósofos varios. Es posible que entonces iniciara su hábito de anotar y extractar sus lecturas, las enseñanzas de sus admirados maestros (coetáneos o no) como Favorino, sus animados debates con amigos en ocios y festines, sus perspicaces desenmascaramientos de pretenciosos falsarios e ignorantes… Él mismo expresa su propósito: «mi único objeto al componerla ha sido preparar a mis hijos recreos literarios, para cuando, libres de negocios, quieran proporcionar plácido descanso al espíritu. He seguido el orden fortuito de mis apuntes, porque acostumbraba, siempre que leía un libro griego o latino, u oía algo notable, anotar en seguida lo que me llamaba la atención, y conservar de este modo, sin orden ni concierto, apuntes de toda clase; viniendo a ser como materiales que hacinaba en mi memoria, a la manera de almacén literario, con objeto de que, si me ocurría necesitar un hecho o un vocablo y me faltaba el recuerdo, o no tenía a mano el libro necesario, tener medio seguro de encontrarlo en seguida. Así, pues, en este trabajo aparece la misma incoherencia de materias que en las breves notas tomadas sin método alguno en medio de mis investigaciones y variadas lecturas.»
Javier Velaza, en un interesante artículo de 2012, en el que señalaba (y emprendía) la necesidad de una edición crítica de esta obra, nos la caracterizaba así: «El compendio de informaciones que Gelio fue recopilando desde sus años de estudiante in agro terrae Atticae y que decidió mucho más tarde redactar en forma de miscelánea para provecho de sus hijos es de tal variedad y abundancia que abarca prácticamente todos los ámbitos de la erudición, desde la fonética, la morfología y la lexicografía hasta el derecho, de la filosofía a la estética, de la mitología y la religión a la historia pasando por la música, la geometría, la anticuarística o la crítica textual. Los veinte libros que contienen 369 commentarii de desigual extensión y en voluntario desorden son hoy la fuente fundamental, cuando no única, para nuestro conocimiento de anécdotas y episodios de todo tenor, de textos fragmentarios y de palabras o expresiones que solo gracias a ellos se nos conservan. Por lo demás, constituyen el testimonio de una sociedad tan culta como decadente, por más que el propio autor se esfuerce en el prefacio en revestir su inagotable curiositas con los ropajes de la utilitas y de identificar su público con el prototipo del vir civiliter eruditus.»
Reproducimos la venerable traducción de Francisco Navarro y Calvo (1893), en la Biblioteca Clásica. Como ya señalamos en la entrada correspondiente a la Historia Augusta, también suya, fue supuestamente vertida desde el original latino, aunque en realidad ambas eran plenamente deudoras de versiones francesas anteriores, y contenían no pocos errores. Francisco García Jurado estudió a fondo esta cuestión, de especial interés porque «esta fue precisamente la traducción que hizo posible la moderna lectura de Gelio dentro del ámbito hispano a uno y otro lado del Atlántico, pues hasta el siglo XXI, curiosamente, no se llevarán a cabo las nuevas traducciones al español», y recalca la gran difusión de que gozó, y su influencia en «autores capitales como Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges o Julio Cortázar.»
¡Muchas gracias!
ResponderEliminar