La esclavitud se mantuvo en Cuba y Puerto Rico durante buena parte del siglo XIX, persistencia que sólo fue superada por Brasil. Naturalmente, esta circunstancia dio lugar a un encendido debate, del que ya hemos comunicado en Clásicos de Historia la temprana intervención de Isidoro de Antillón y de Fermín Hernández Iglesias, ambos reclamando su abolición, y las de George Dawson Flinter y José Ferrer de Couto defendiendo su mantenimiento. Hoy agregamos el breve discurso que el joven portorriqueño José Pascasio de Escoriaza (1833-1921) pronuncia en Madrid en 1859 con ocasión de su doctorado en derecho. Lleva a cabo un escueto recorrido histórico del origen y evolución de la esclavitud en América, condena la persistencia de la trata, formalmente prohibida, y para solucionar los problemas económicos que pueden provocar a las islas la abolición de la esclavitud, aboga por incentivar la llegada de colonos europeos, nacionales y extranjeros.
Eduardo Neumann Gandía publicó un volumen con el título Benefactores y hombres notables de Puerto Rico (tomo II, Ponce 1899) en el que se refiere así a nuestro autor: «Desciende por línea materna de las familias más antiguas y distinguidas de la isla. Cursó la facultad de Derecho en sus secciones de civil y administrativo entre las universidades de Sevilla y Madrid con brillantes notas; pero poco caso hizo de su profesión: lo que preocupó hondamente su cerebro fueron las luchas políticas, se afilió al partido progresista, y se dio a conspirar contra el gobierno de Isabel II, al lado don Juan Prim, de quien fue amigo íntimo y fautor revolucionario, viéndose muy comprometido en el movimiento del día 22 de junio de 1866. En todo aquel sangriento drama tomó parte muy activa el señor Escoriaza y arriesgó de modo inminente su fortuna, su familia y su vida por haber instalado en su casa la junta que en aquel día llevaba la dirección suprema de la revolución (…) Fue uno de los agentes más activos y constantes de aquel período en que se entronizó verdadera fiebre por derrocar el gobierno infame y tiránico de Narváez. Trabajó mucho y con talento por el triunfo de la coalición hecha por los partidos progresista, republicano y unionista con el fin de derrocar del trono a Isabel II. Triunfante la Revolución de Septiembre fue gobernador civil de las provincias de Almería, de Valladolid y de Barcelona poniendo de manifiesto sus condiciones de buen gobernante. Luego fue elegido diputado por esta isla para las Constituyentes del 69. Si bien no se decidió por el sistema autonómico en Puerto-Rico, pidió reformas y nuevas leyes para su país natal.»
Su trayectoria vital, centrada en la política y la administración (fue director general de Obras Pública y secretario del Consejo de Estado), se interrumpe y toma nuevos derroteros con la caída de la primera República y con la Restauración. Marcha a Francia, donde establece relaciones comerciales que le resultarán fundamentales tras su pronto regreso a España. A partir de su sede en Zaragoza creará un potente grupo de empresas relacionadas ante todo con el sector ferroviario y más tarde con el de transporte urbano, con los novedosos tranvías eléctricos. Nuestro personaje asociará a sus hijos, los hermanos Escoriaza Fabro, dando lugar a una poderosa saga industrial que se prolongó, extendida por todo el territorio nacional y cada vez más diversificada, con la siguiente generación.
La Flaca, 1872. Pero la Libertad sigue siendo blanca... |
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