Cuando en 1798 Ignacio del Asso, en su Historia de la economía política de Aragón, estudia la agricultura del corregimiento de Zaragoza, se refiere a la importancia de los regadíos con estas palabras: «La providencia de las acequias, para regar casi todos los términos mencionados, fue también obra debida al cuidado e industria de los moros, que supieron sangrar los ríos con acierto, y repartir las aguas con economía, como se echa de ver particularmente en las tierras, cuyo producto dependía del escaso riego de la Huerva. Mas estas son las que en el día lo gozan con más abundancia, y las que hasta ahora han participado más que otras de los beneficios que promete el célebre Canal Imperial, del cual será bien decir alguna cosa, antes de pasar al examen de las producciones de nuestro territorio. El principio de esta grande obra se puede referir al año 1529, en que la ciudad de Zaragoza cedió al Sr. Carlos V. el derecho que tenía de sacar acequias para dar riego a sus términos, obligándose en la Cédula despachada sobre este importante objeto a repartir las tierras que se hubieren de regar a vecinos y naturales de este reino, con exclusión total de los extranjeros. Parece, que en 1541 estaba poco adelantada la obra por escasez de fondos...» Y describe la persistente abundancia de planes y carencia de resultados. Pero «en 1770 se suscitó nuevamente la idea de habilitar y proseguir el Canal Imperial a solicitud de una compañía de nacionales y extranjeros, que quiso emprenderlo de su cuenta con ciertos pactos y condiciones; lo cual ocasionó tantas consultas y representaciones con oposición de dictámenes, que nada se adelantó en el transcurso de dos años, hasta que su Majestad en 1772 tomó a su cargo la obra, encomendando su ejecución al conocido talento de D. Ramón Pignatelli, que tuvo la gloria de llevarla felizmente al punto en que hoy la vemos.»
Antonio de Las Casas Gómez y Ana Vázquez de La Cueva en El Canal Imperial de Aragón, de la meritísima colección divulgativa CAI 100, escribían así en 1999: «El Canal Imperial de Aragón es una de las más importantes obras de ingeniería hidráulica realizadas en Europa durante el siglo XVIII. Fue concebido inicialmente, en torno a 1530, como una acequia de riego, en época del rey de España y emperador de Alemania (de donde viene su nombre de “Imperial”) Carlos I, y se construyó al fin por Ramón Pignatelli, como canal de riego y navegación, durante el reinado de Carlos III. Tras numerosos avatares, en 1786 se finalizaba la “Fuente de los Incrédulos” y el agua del Canal llegaba a Zaragoza. La obra arranca de la margen derecha del río Ebro, en el lugar conocido como El Bocal, situado en el término municipal de Fontellas (Navarra) —unos 7 km aguas abajo de Tudela—. Desde allí, sigue una trayectoria prácticamente paralela al río por los términos navarros de Fontellas, Ribaforada, Buñuel y Cortes; y ya dentro de la Comunidad Autónoma de Aragón, por los de Novillas, Mallén, Gallur, Boquiñeni, Luceni, Pedrola, Figueruelas, Grisén, Alagón, Pinseque, Zaragoza, El Burgo y Fuentes de Ebro. Aquí acaba su recorrido, de 110 km, tras haber salvado un desnivel de 125 m y encauzado un caudal que oscila entre los 25 y 30 m3/s, lo que permite el riego de más de 25.000 hectáreas de terreno y el abastecimiento de agua a muy diversas industrias y poblaciones. Su construcción supuso un gran coste financiero y político para la monarquía ilustrada que lo llevó a cabo, pero los múltiples beneficios que ha producido a lo largo de su historia (riegos, navegación, energía motriz, abastecimientos de agua, etc.) justifican sobradamente el esfuerzo realizado.»
De Andrés Giménez Soler ya hemos comunicado La Edad Media en la Corona de Aragón (1930) y Don Jaime de Aragón, último conde de Urgel (1901)
Inscripción en la Fuente de los Incrédulos, en Zaragoza. |
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