lunes, 1 de marzo de 2021

Fermín Galán: Nueva creación

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Fermín Galán (1899-1930) fue el protagonista de la fracasada sublevación militar de Jaca que pretendió establecer la República. Tras su consejo de guerra y fusilamiento, se volvió a publicar en repetidas ocasiones la obra que presentamos, redactada durante el encarcelamiento motivado por su anterior intento de golpe de estado, en 1926. En ella expone su propuesta de un nuevo sistema económico-político para la humanidad, que se quiere superador del socialismo, el anarquismo y el comunismo. Independientemente del rigor y la originalidad que le atribuyamos, es un buen ejemplo de los planteamientos y doctrinas dominantes entre los partidarios de soluciones totalitarias ante la decadencia del sistema liberal tradicional. Como presentación reproducimos el artículo que le dedicó, desde las antípodas ideológicas (aunque coincidiendo en el rechazo a la democracia) Ramiro de Maeztu, publicado en Ahora el 15 de enero de 1931.


Las doctrinas de Galán

Ha realizado La Nación una obra buena al publicar las soluciones que el capitán Galán proponía a las cuestiones religiosas, sociales y políticas en el folleto Nueva creación. Galán dio la vida por sus ideas. Con ello se ha ganado el derecho al respeto universal. No se debe hablar de él sino con el sombrero en la mano y la oración en los labios. Hemos de creer que los conceptos que este hombre ha expuesto no eran sino la traducción a un idioma rudo y a una ideología primitiva de altos y nobles empeños de hermandad humana, que son comunes a todos los hombres de buena voluntad. Si estos altos ideales se han expresado con torpeza y si esta inadecuación de los conceptos ha costado una vida valiosa la culpa no es toda ella del capitán Galán.

Pero leed sus pensamientos sobre las cuatro columnas sociales. Sobre la religión: “La religión ya es sabido que no tiene ninguna razón positiva de ser. Es un producto prerracional, elaborado por el hombre en su capacidad de abstracción, en su afán milenario de identificar el medio del Universo.”

Imaginad que un ministro ideal de Instrucción Pública se entera de que el capitán Galán, hombre honrado, tiene tales ideas, y lo coge de la mano, le hacen ver los libros publicados en Francia, Alemania e Inglaterra en 1930 y le entera de que los más sutiles, los que implican más ciencia y más trabajo, son los centenares y aún millares de obras, que en el año pasado, y todos estos años, se habrán dedicado a investigar y debatir cuestiones religiosas y teológicas. Suponed también que ese ministro le hace asistir, por ejemplo, a los debates de la Sociedad Londinense para el Estudio de la Religión y percatarse de que las cabezas dedicadas a esas cuestiones de teología son las más finas del país, las más acostumbras a distinguir la verdad de lo dudoso. ¿Habría escrito nunca nuestro capitán que la religión es un “producto prerracional”?

Ved lo que dice de la familia: “El matrimonio en relación con la Iglesia no debe tener valor alguno oficial… La mujer estará en posesión de sus derechos individuales íntegros. La libertad sexual deberá poseerla al igual que la posee el nombre.”

Ya está abolida la familia. ¿Qué es lo que resulta? El ministro de Instrucción Pública conduce a nuestro capitán a Rusia, por supuesto, de incógnito, y le hace ver los centenares de miles de niños sin padres, que circulan por las calles y las carreteras y viven del robo o de la mendicidad. Podrá advertirle que quizá estén sus desconocidos progenitores en plena posesión de sus derechos individuales íntegros, pero que los hijos carecen de techo donde cobijarse en las heladas. Y claro es que cuando el capitán pide para la mujer la misma libertad que para el hombre se está rebelando generosamente contra una injusticia. Sólo que el remedio no está en la libertad sexual de las mujeres, sino en la continencia de los hombres.

Oíd su juicio sobre la propiedad: “La propiedad, para que sea moral, ha de reunir, como condición previa, el no estar vinculada a la persona, el no ser transmisible.”

¿Cómo desconocer que el capitán Galán se está rebelando aquí también contra una doble injusticia: la de la monstruosa desigualdad en la repartición de las riquezas, agravada por haber llegado a prevalecer un sentido sensual del patrimonio, en perfecto contraste con el sentido reverencial del dinero? Porque esta es la raíz del mal. Importaría muy poco que unos tuvieran mucho y otros nada, si la propiedad individual se considerase meramente como el instrumento educativo para formar la conciencia económica, de la que se considerara inseparable la conciencia moral. En otras palabras, si los ricos se juzgasen como los fideicomisos, los administradores o los depositarios de la propiedad, en beneficio de todos, ¿qué importaría entonces su trasmisión hereditaria, si el heredero se educaba en la persuasión y en el cumplimiento de sus responsabilidades, que no sólo le exigiría la religión, sino también la ley humana?

Y ved ahora la idea del capitán Galán sobre el Estado: “Todos los ejércitos serán totalmente suprimidos.”

El ejército, profesional o universal, voluntario u obligatorio, es la quintaesencia del Estado. Es la categoría de la realización en la Historia Universal. Si somos cristianos en España es porque hubo un ejército cristiano que venció al musulmán. Si África es musulmana, es porque los ejércitos agarenos lograron defenderse contra los nuestros. Si el Cristianismo salió de las catacumbas, es porque hubo soldados romanos que pintaron la cruz en el lábaro. Si Stalin manda en Rusia, es porque le defiende, y mientras le defienda, el ejército rojo. La profesión del soldado, como la del labrador, la del comerciante o la del sacerdote, es una de las vocaciones básicas del hombre. Y es verdad que lo que el pobre Galán quería decir con sus palabras es que deseaba la paz de los hombres; ¿pero no es una pena verle renegar de la propia profesión y de la propia espada, que es, por otra parte, el instrumento indispensable para asegurar la paz entre los hombres?

Y ahora, otra palabra. Se podrá apreciar como gran lástima que unos cuantos folletos anarquistas o comunistas, porque evidentemente el pobre capitán no había leído nada más, extraviasen a un alma recta y valerosa. Habrá quien pida que se acabe con la literatura revolucionaria, y no he de decir nada en contrario. ¿Que pueden suprimirse los gérmenes del trancazo y de la pulmonía ? Hágase enhorabuena. Pero, ¿es posible hacerlo? Las doctrinas del capitán Galán son ya viejas. O están en Rousseau o son consecuencia de las ideas rusonianas o medios de aplicarlas. Quiero decir con ello que me parecen tan difundidas que sería difícil impedir su existencia.

Más seguro sería reforzar las defensas orgánicas contra esas infecciones. Y cuando se trata de evitar la difusión de dogmas falsos, que no resisten al menor examen, lo procedente es mejorar la educación y enseñar a discurrir. Esta es nuestra falla nacional; desde hace cerca de dos siglos padece nuestra segunda enseñanza de progresiva degeneración. Es muy difícil que un capitán de academia francés, alemán o italiano mantenga ideas tan inocentes como las de Galán. Entre nosotros puede haber hasta doctores en filosofía que las compartan. Y es que nuestros profesionales, por falta de una buena segunda enseñanza,vienen a ser primarios especializados, que no saben distinguir, en el mundo de las ideas generales, lo que está probado de lo que no lo está. Y así es posible que prevalezca un día entre ellos un patriotismo de Marcha de Cádiz, al cabo, inofensivo, y a la generación siguiente un comunismo a lo Lenin. Pero este es el problema de España. El problema que comprende todos los demás. Se trata de que nuestros profesionales, antes de ser profesionales, tengan formado el juicio, para que no puedan creer en paparruchas.
Ramiro de Maeztu

Ahora, 17 de diciembre de 1930

«Aquellos que no acudan a nuestro llamamiento darán prueba de su egoísmo irracional y puede que por su brutalidad la sangre corra una vez más, quizás la última en la transformación de la vida social.» (Fermín Galán, Nueva creación)

«Me pude hacer con un ejemplar del bando que hizo fijar en las esquinas de Jaca el jefe de la insurrección, capitán Galán. Dice así, literalmente: Como Delegado del Comité Revolucionario Nacional, a todos los habitantes de esta ciudad y demarcación, hago saber: Artículo único. Todo aquel que se oponga de palabra o por escrito, que conspire o haga armas contra la República naciente será fusilado sin formación de causa. Dado en Jaca, a 12 de diciembre de 1930.—Fermín Galán.» (Ahora, 17 de diciembre de 1930)

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