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| Retrato fúnebre. Palmira. |
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De la obra de muchos autores no conservamos más que los párrafos o paráfrasis que otros autores incluyeron en las suyas propias. Y no es raro que estas segundas obras también se hayan perdido, con lo que al final nos encontramos con citas de segunda o tercera mano, muchas veces en idiomas distintos del original, y diferencias significativas entre las distintas copias que han llegado a nosotros. Es el caso de la Αἰγυπτιακά de Manetón, que comunicamos hace unas semanas.
A la misma época del siglo III a. de C., principios de la globalización helenística, y obedeciendo aparentemente a los mismos objetivos de dar a conocer el propio país a los vecinos, corresponde la obra de esta entrega. El sacerdote caldeo Beroso, del templo babilónico de Bel (Marduk), escribió Βαβυλωνιακά, una historia de Mesopotamia. Al estar escrita en griego tuvo considerable difusión fuera de su lugar de origen, y la conocieron y citaron diversos autores, en general los mismos que a Manetón.
Pero a diferencia de la Ægyptiaca, son muy escasos los fragmentos seguros conservados. Los reproducimos, traducidos, a partir de la edición que publicó en 1828 Isaac Preston Cory bajo el título The Ancient Fragments. También incluimos algunos pasajes de la introducción de Cory, y otro fragmento procedente de otro interesante autor helenístico, Megástenes; a éste deberemos acudir en otra ocasión en relación con su Ἰνδικά, obra de la que nos quedan abundantes fragmentos, en la que describe la India que realmente visitó.
Pero volvamos a Beroso. Lo parco de los restos que se conservaron resultó ser, siglos después, un acicate para un curioso personaje. Annio de Viterbo (en realidad Giovanni Nanni) publicó en 1498 Commentaria super opera diversorum auctorum de antiquitatibus loquentium, obra dedicada a los Reyes Católicos. Pretendía haber obtenido una serie de manuscritos, muchos de ellos procedentes de Armenia, de un buen número de autores antiguos, entre ellos Beroso y Manetón, a los que publicaba y comentaba por extenso. La obra tuvo un gran éxito, entre otras razones porque proporcionaba abundantes noticias antiguas sobre muchas ciudades y naciones actuales, lo que exaltaba el orgullo patrio de éstas.
Pero también tuvo desde el primer momento críticos y detractores, que demostraron con rigor lo falaz de su falsificación. Reproducimos en esta entrega la primera versión del falso Beroso (luego la aumentará considerablemente) tal como la tradujo un interesante escritor barroco, José Pellicer de Ossau, al que podríamos considerar el primer periodista hispano. En 1673 publicó Beroso de Babilonia en Chaldea, distingvido del Beroso de Viterbo en Italia, con la chronologia de los reyes antiqvissimos de Asiria y Babilonia. Reprodujo los fragmentos auténticos de Beroso y demostró prolijamente la falsedad del de Annio. También incluimos parte del proemio de la obra.
En cualquier caso, las falsificaciones de Annio de Viterbo tuvieron muchos seguidores. En España su gran imitador fue sin duda Jerónimo Román de la Higuera (1538-1611), con sus falsos Dextro de Barcelona y Máximo de Zaragoza. No escasearon, pues, en el pasado los libros fake, ni tampoco lo hacen en el presente, muchas veces revestidos de memoria histórica o democrática. En Clásicos de Historia hemos incluido algunas obras al respecto: La falsa vida del falsario Saavedra (relatos y refutaciones); el Parecer sobre las planchas de plomo que se han hallado en Granada, de Juan Bautista Pérez; la Historia crítica de los falsos cronicones, de José Godoy Alcántara; Los pretendidos terrores del año mil, de François Plaine. Aparte, claro está, de la divertida Historias verdaderas, de Luciano de Samósata.












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