AHORA EN INTERNET ARCHIVE
Bernardino Llorca, en La Iglesia en el mundo grecorromano, primer tomo de la extensa Historia de la Iglesia Católica de la BAC publicada a partir de 1949 y con abundantes reediciones, nos presenta así al clásico de esta entrega, Lucio Cecilio Firmiano Lactancio (c. 245-325):
«Del África procedía el escritor más insigne del Occidente cristiano en este período, Lactancio. Había sido discípulo de Arnobio, pero abandonó el África y se dirigió al Oriente, a la importante ciudad de Nicomedia, donde fue empleado por el emperador como profesor de retórica. Bien instruido en la cultura y en la filosofía antigua, antes de la persecución de Diocleciano se convirtió al cristianismo. Después del año 305, en que, habiéndose retirado Diocleciano, quedó Galerio único dueño del Imperio en Oriente, mandó éste cerrar las escuelas de retórica, y Lactancio se vio reducido a la más espantosa miseria. De ella vino a sacarlo Constantino, quien lo llamó a las Galias el año 311, nombrándolo preceptor de su hijo Crispo. En esta ocupación continuó pacíficamente hasta el fin de su vida, entretenido en la composición de sus obras.
»Muchas son las que escribió Lactancio antes y después de su conversión, en todas las cuales aparece su estilo escogido y clasicista, que le mereció el renombre de Cicerón cristiano. Entre sus escritos cristianos merecen especial mención las obras Sobre la operación de Dios y De la ira de Dios. Más notable todavía es otra de carácter dogmático, titulada Instituciones divinas, verdadera apología de la religión cristiana y compendio de su doctrina. En esta última obra es donde más se muestra la deficiencia de la instrucción de su autor, pues en realidad resulta floja e incompleta.
»Mucho más nombre le ha dado el trabajo histórico Sobre la muerte de los perseguidores, que trata del fin trágico de los que persiguieron a la Iglesia y reúne multitud de tradiciones y leyendas sobre este tema. Es, juntamente con Eusebio [de Cesarea] la fuente principal, sobre todo para la persecución de Diocleciano. A imitación de Eusebio, tiene especial predilección en citar fragmentos de autores de su tiempo, que dan un sabor de objetividad relativa a su obra.»
Por otra parte, nuestro conocido Jerónimo de Estridón, en su Varones ilustres, nos informa de más obras de este prolífico autor, de temática no religiosa, la mayoría de las cuales no han llegado hasta nosotros. «Firmiano, también llamado Lactancio, discípulo de Arnobio, fue llamado a Nicomedia en tiempos de Diocleciano junto con Flavio el Gramático, cuyo poema De la medicina se conserva todavía, y allí enseñó retórica. Y como no tenía discípulos (ya que era una ciudad griega), se dedicó a escribir.
»Tenemos un Banquete suyo, que escribió siendo joven en África, y un Itinerario de un viaje de África a Nicomedia escrito en hexámetros, y otro libro que se llama El Gramático, muy hermoso, De la ira de Dios y De las instituciones divinas contra las naciones, siete libros, y un Epítome de la misma obra en un solo volumen, sin título; también dos libros A Asclepíades, un libro De la persecución, cuatro libros de Epístolas a Probo, dos libros de Epístolas a Severo, dos libros de Epístolas a su discípulo Demetrio y un libro al mismo tiempo De la obra de Dios o de la creación del hombre. En su extrema vejez fue tutor de Crispo César, hijo de Constantino en la Galia, el mismo que luego fue condenado a muerte por su padre.»
Y Ernst Bickel, en su Historia de la literatura romana, nos recuerda que tras el envenenamiento de su discípulo, «bajo la impresión de este suceso, Lactancio suprimió la dedicatoria de su obra principal [Divinæ Institutiones] a Constantino el Grande.» Y «al mismo tiempo Lactancio, en la nueva edición de la obra, aprovechó la ocasión para suprimir pasajes escandalosos desde el punto de vista dogmático.»
En relación con las persecuciones a los cristianos a principios del siglo IV comunicamos en su día el Peristephanon o Libro de las Coronas del hispano Aurelio Prudencio Clemente. Y sobre el talante bastante cruel y sanguinario de la sociedad romana de la época que se desprende de la obra de Lactancio, encontraremos abundantes muestras que lo corroboran en la Historia del Imperio Romano del 350 al 378 de Amiano Marcelino.