Desde los últimos tiempos de la Edad Media, innumerables europeos se han dado a recorrer el mundo, comerciando, predicando, conquistando… y dedicándose a la piratería. Y muchos de ellos dejaron por escrito sus experiencias, en las que se refleja siempre una mayor o menor curiosidad por esas sociedades que se perciben (quizás equivocadamente), tan disímiles de las propias. Pues bien, esta semana será uno de estos viajeros impenitentes y perspicaces, el francés François Bernier, médico y filósofo, el que nos guiará por la India del siglo XVII, donde se había constituido uno de los grandes imperios musulmanes de la época. Pero antes, acudamos a René Pillorget, en su Del absolutismo a las revoluciones, para familiarizarnos con el escenario y la época:
«En la India, la penetración turca se remontaba a 1526, fecha de la victoria de Babur ―descendiente de Tamerlán por su padre y de Gengis-Khan por su madre― sobre el sultán de Delhi. A su muerte, Babur dejó un imperio ―el que los europeos llamaban del Gran Mogol― llamado a conocer dos siglos, por lo menos, de una prodigiosa fortuna, y que era una inmensa construcción armada, como todas sus antecesoras, sobre un fondo indesarraigable de hinduismo. El Islam había ganado por todas partesnuevas posiciones, por las armas, por el comercio y por la emigración. Sin embargo, por importantes que fuesen, como en el Gudjerat, en la cuenca del Ganges o en la región de Hayderabad, aquellos núcleos de islamizaciónseguían siendo poca cosa a escala de la India. Fuera de dos regiones de fuerte implantación ―el valle del Indo y Bengala― el Islam era sobre todo un fenómeno de ambientes sociales elevados: príncipes, soldados, funcionarios, mercaderes. No se insinuó ni profunda, ni masivamente en el pueblo indio, y no pudo sobrevivir más que pactando. Akbar (1556-1605) había basado su política sobre la alianza con estos hinduistas que componían la mayoría de sus súbditos… Pero sus sucesores se revelaron incapaces de continuar su política… El Imperio vivió en un estado de larvada anarquía hasta que llegó al poder un príncipe enérgico, Aurangzeb, en 1658.» Eso sí, mediante una cruenta guerra civil que nos narrará con todo detalle François Bernier, testigo de excepción.
En la Nota biográfica que antecede la edición española de esta obra (1921), se presenta así a nuestro autor: «El filósofo, médico y viajero Francisco Bernier, nació en Joué (Angers, Francia) en 1620 y murió en París en 1688. Recibió con Chapelle, Molière, Hesnault, y acaso con Cyrano de Bergerac, lecciones de filosofía de Gassendi (1642). Visitó Italia, Alemania y Polonia, se recibió de médico en Montpellier, y tras la muerte de su maestro, partió en 1656 para Siria, Egipto y, finalmente, la India. Fue médico de Aureng-Zeb y enseñó a su agah Danech-mend-kan los descubrimientos anatómicos de Harvey y de Pecquet, con las doctrinas filosóficas de Gassendi y Descartes. A su vez estudió las ideas religiosas y filosóficas de los indios, el imperio del Gran Mogol, que sorprendió en el instante de su mayor florecimiento, visitó Cachemira y regresó a Francia en 1669 tras ausencia de trece años. El relato de su viaje, impreso en 1670-71, le valió celebridad perdurable. Pero Bernier no es sólo el viajero observador y reflexivo que acierta a contarnos de modo inimitable la magnificencia del imperio del Gran Mogol, el íntimo encanto del reino de Cachemira, sumido en las más excelsas montañas del mundo; es también el filósofo fino y sutil de su tiempo, pleno del futuro del siglo XVIII francés.
»Amigo de las gentes más ilustres del siglo de Luis XIV, compone con Racine y Boileau el Arrêt burlesque, que deja en ridículo al Parlamento y a la Universidad, y evita la proscripción de la filosofía de Descartes y de Gassendi; inspira a La Fontaine motivos de sus fábulas; a Moliére, Le Malade imaginaire; hace, casi tan popular como el cartesianismo, la filosofía de Gassendi, su maestro siempre amado, de cuyas doctrinas, con todo, duda al final de su vida, rica y varia, siempre en gran señor espiritual. Aparte de sus Voyages, cuya traducción castellana aquí se ofrece, dejó escritas: Abrégé de la philosophie de Gassendi (1674, 7 volúmenes); Doutes sur quelquesuns des principaux chapitres de l’Abrege de la philosophie de Gassendi (1682); Eclaircissement sur le livre de M. Delaville (1684); Traité du libre et du volontaire (1685); Mémoire sur le quietisme des Indes (1688); Extrait de diverses pièces: Introduction a la lecture de Confucius, Description du canal des Deux Mers, Eloge de Chapelle (Journal des Savants, 1688).»
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