viernes, 27 de diciembre de 2019

Joseph Douillet, Moscú sin velos. Nueve años trabajando en el país de los Soviets


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Presentamos un nuevo testimonio sobre la Rusia leninista, en esta ocasión desde una postura de radical rechazo. La redacta Joseph Douillet (1878-1954), que se presenta así: «yo, un belga, que ha vivido treinta y cinco años de su vida (1891 a 1926) en Rusia, que habla el ruso, que se ha creado allí un vasto campo de relaciones, afirmo conocer el país a fondo. Durante la revolución he desempeñado el cargo de Cónsul de Bélgica en Rusia. Después del advenimiento del Soviet, formé parte de la Comisión de Socorros, que dirigía el profesor Nansen, Alto Comisario de la Sociedad de las Naciones; fui más tarde apoderado en los territorios soviéticos del Sudeste; director adjunto de la Misión Pontificia en Rostov del Don y de otras varias instituciones internacionales. He aquí condiciones particularmente favorables para estudiar el funcionamiento del régimen soviético hasta en los menores detalles de la vida diaria y en los lugares mismos de su aplicación. Llegué a gozar de amplia libertad de movimientos, enteramente excepcional en la Rusia comunista. Agréguese a esto el gran caudal de relaciones que me fue dable adquirir en todos los campos sociales, mucho antes de la revolución, y se explicará el lector las razones por las cuales pude observar personalmente el cuadro de conjunto de la vida en Rusia bajo el régimen comunista, aun en sus detalles más íntimos y menos accesibles.»

Sin embargo, esta vida rusa en Rusia, con las anteriores salvaguardias internacionales, se verá truncada con el encarcelamiento de su hijo, y luego de él mismo (por motivos que no explicita), cuando el nuevo régimen soviético se encuentra definitivamente asentado. El resultado será el regreso a occidente y la publicación de esta obra, que gozará de una rápida y abundante difusión. Naturalmente, nos encontramos una vez más con una obra de combate, patentemente condenatoria de la realidad que describe, y con el propósito manifiesto de desenmascarar la propaganda comunista y el engaño a que se somete a los abundantes compañeros de viaje occidentales. Es un texto maniqueo, de condena absoluta y en bloque, tanto del régimen comunista como de todos sus autoridades y funcionarios. Es superficial en los detalles cuando no directamente fabulador, sobre todo cuando quiere realzar las acciones que desarrolla el autor en representación de organizaciones extranjeras, y sus ocasionales intervenciones casi providenciales. Y, sin embargo, es veraz en el fondo: muchas de sus observaciones coinciden en buena medida con las de otros viajeros más perspicaces y equilibrados (Pestaña, De los Ríos...) e incluso con las de militantes convencidos profundamente devotos de la Revolución (por ejemplo, Makarenko).

Las limitaciones del Moscú sin velos podrían haber provocado un rápido olvido, y merecer como mucho una mínima nota a pie de página en el estudio correspondiente. Pero una circunstancia casual lo evitará. El joven Georges Remi, Hergé, utilizará este libro como única fuente de su Tintín en el país de los soviets (1929), primera aventura de este personaje clave en la historia del cómic. Es una obra primeriza, y el mismo autor, en sus conversaciones con Sadoul, llega a considerarla «un pecado de juventud». Michael Farr, en su Tintín; el sueño y la realidad, señala: «El retrato que Hergé hace de la Rusia soviética es muy sombrío.» Pero después resalta coincidencias con «la narración que luego hará Malcolm Muggeridge, cuatro años más tarde, de un viaje por el norte del Cáucaso. “Es evidente que la población civil se muere de hambre. Aquí no hay pan desde hace tres meses”, escribió en marzo de 1933 para el Manchester Guardian. “Una parte de los alimentos que les han quitado ―y los campesinos lo saben muy bien― siguen exportándose al extranjero.” Las palabras de ambos periodistas, Tintín y Muggeridge, no son muy distintas: producen escalofríos. Muggeridge habla del “sentimiento de desesperación que reinaba”. “He visto”, escribió, “con mis propios ojos un grupo de veinte campesinos marcharse escoltados. Era un espectáculo tan habitual que ni siquiera suscitaba curiosidad.” Esta descripción hubiera podido figurar en la aventura en la que Tintín se había sumergido años antes.» O en la obra de Douillet, añadimos nosotros.


viernes, 20 de diciembre de 2019

Valentín Almirall, El catalanismo; motivos que lo legitiman, sus fundamentos científicos y sus soluciones prácticas


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Del prólogo a la traducción española (1902): «A muchos se hará extraño que, después de algunos años de apartamiento completo de la vida pública, y teniendo o poco menos puesto ya el pie en el estribo, salgamos ahora con una edición, en castellano por añadidura, de nuestras obras y escritos políticos y literarios, que quizá aparecerán trasnochados y pasados de moda y aún ridículos a los ojos de esta generación de catalanistas que a fuerza de exageraciones patrioteras ha llegado a descubrir que, como los antiguos griegos, pero sin tener los fundamentos que estos tenían, ha de declarar bárbaros a los no catalanes, y aun a los que no piensan, hablan ni rezan como ellos, aunque hayan nacido en Cataluña. Precisamente volvemos a publicarlos, y lo hemos puesto en la lengua más general de la nación de que formamos parte, para que sean más los que nos comprendan y evitar así que jamás se pueda por nadie con aquellos confundírsenos.

»Fuimos los primeros, o de los primeros a lo menos, en pregonar y propagar las excelencias del regionalismo en general y las ventajas que del mismo podría reportar nuestra patria catalana, y no han pasado todavía treinta años que hemos de hacer constar que nada tenemos de común con el catalanismo o regionalismo al uso, que pretende sintetizar sus deseos y aspiraciones en un canto de odio y fanatismo, resucitado o medio resucitado de un período anormal y funesto de la historia de nuestras disensiones (…) En hora buena que los separatistas por odio y malquerencia sigan los procedimientos que crean que mejor les llevan a su objetivo, pero no finjan, ni mientan, ni pretendan engañarnos. El odio y el fanatismo sólo pueden dar frutos de destrucción y tiranía; jamás de unión ni concordia. Pretender buscar la armonía entre las regiones españolas que han de vivir unidas, por el camino de los insultos o al menos de los recelos, nos hace el efecto de dos que están prometidos para el matrimonio y emplean el tiempo que duran sus relaciones preparatorias, en insultarse y rebajarse el uno al otro en competencia (...)

»Tal ha sido siempre nuestra convicción que hemos defendido y propagado desde hace treinta años. Nada tendría de extraño que durante tan larga fecha, alguna vez nos hubiésemos dejado arrastrar por alguna preocupación momentánea y de detalle, pero en el fondo siempre nuestra propaganda ha tendido a nuestro ideal. Jamás hemos entonado ni entonaremos Los Segadors, ni usaremos el insulto ni el desprecio para los hijos de ninguna de las regiones de España. Respecto al uso hablado y escrito de nuestra lengua catalana, hemos siempre sostenido el mismo criterio y mantenido el mismo punto de vista. Por dignidad, por justicia, pedimos dentro de nuestra región y para los poderes o autoridades que la representan y dirijan, la cooficialidad o la igualdad de derechos entre aquella y la general de España, sin oponernos, sino al contrario, que en aquellas otras regiones que tengan lenguaje especial se adopte idéntico criterio. Nunca hemos aspirado a imponerla, no ya a ninguna parte de España, pero ni aun a nuestra misma región: nos basta con poder hablarla y escribirla oficialmente y con que en ella deban entendernos y puedan en ella hacerse entender los que ocupan puestos oficiales (...) Pues que nuestro país posee dos lenguas, y una de estas es de las que más extendidas están en el mundo civilizado, ya que todas las personas regularmente ilustradas hablan las dos y aun las más incultas mejor o peor las entienden, locos seríamos si no procuráramos conservar tal ventaja, siguiendo y mejorando su cultivo.

»No tememos ni nos importan un comino las excomuniones que nos valdrá esta franca exposición de nuestro criterio. Es el que hemos sostenido siempre, y sin renegar de él jamás y no ocultándolo nunca; durante nuestra vida activa se nos ha elevado a todos los sitios de honor del regionalismo catalanista, desde las presidencias del primer Congrés Catalanista, del Centre Catalá y de los Jochs Florals de Barcelona, hasta la dirección del primer Diari Catalá y la presidencia del Ateneo Barcelonés. Las excomuniones que contra nosotros se lancen probarán que lo que ha variado no somos nosotros, sino los que han querido hacer del catalanismo un arma de reacción contra toda idea moderna y expansiva, así en el terreno político como en el social y en el religioso, absorbiendo a casi todo el carlismo de Cataluña, pero separándolo del de las otras regiones y dejándolo así aislado y por lo mismo impotente para algaradas y levantamientos serios armados, con lo cual han hecho un gran bien al país.»

Y sin embargo... Buena parte de los planteamientos, análisis y objetivos contenidos en la obra que comunicamos, contradicen las anteriores aseveraciones del autor, y parecen conducir en su lógico desarrollo a los planteamientos, análisis y objetivos de los sectores independentistas hoy dominantes en el catalanismo.

viernes, 13 de diciembre de 2019

León Trotsky, Terrorismo y comunismo (Anti-Kautsky)


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En distintas entradas de Clásicos de Historia hemos comunicado varios textos encomiásticos sobre la revolución leninista, comenzando por los canónicos de Lenin y de Stalin, y prosiguiendo por el ditirámbico de John Reed. Pero también varias críticas, planteadas desde el anarquismo (Ángel Pestaña) o desde el socialismo marxista (Karl Kautsky, Fernando de los Ríos). De ellas la que tuvo mayor repercusión fue la de Kautsky, que dio lugar a una airada contestación por parte de León Trotsky en la obra que comunicamos hoy, escrita con el propósito «de descubrir las calumnias de Kautsky en las cuestiones económicas, haciendo resaltar su analogía con sus calumnias en materia política. Al empezar este trabajo —hace ya casi un año— podíamos refutar las afirmaciones de Kautsky sobre la incapacidad de los obreros rusos de imponerse una disciplina de trabajo y sufrir económicamente, señalando la alta disciplina y el heroísmo de estos obreros en los frentes de la guerra civil. Esta experiencia era suficiente para desmentir las calumnias burguesas.»

El tono y el contenido de esta obra no tiene nada de sorprendente. Estamos ante un clásico ejercicio de propaganda, en el que se denigra hasta la abyección las afirmaciones y sobre todo las intenciones del enemigo político, y se alaban hasta el sonrojo ajeno las propias. Es llamativo, sin embargo, la actualidad de que goza este debate, entre las minoritarias corrientes de la izquierda radical de hoy, quizás por sus deseos de revertir el hundimiento de toda una cosmovisión hace tres décadas. Reivindicando unos argumentos que versan sobre una realidad ya entonces inexistente, parece perseguir un convencimiento del que aparentemente se carece, pero que se quiere alcanzar en este diverso presente. En el fondo, un argumento de autoridad; entramos así en el terreno de la apologética (cuando no de la teleología). Así, Miguel Mitxitorena, en su artículo de la interesante revista digital Izquierda Revolucionaria:

«Kautsky, después de la revolución rusa de 1905, detuvo su evolución hacia el radicalismo y cuando más se necesitaba la teoría para analizar los problemas relativos a la acción de las masas, retrocedió, perdió la confianza de antes y los rasgos de pedantería escolástica que se notaban en su manera de pensar, pasaron a ocupar en él el primer plano. Después de la Revolución de Octubre de 1917, Kautsky escribe un folleto titulado La dictadura del proletariado en el que ataca a los bolcheviques (… y después otro titulado) Terrorismo y comunismo: una contribución a la historia natural de la revolución. Pero, como Trotsky explica, detrás de la fachada académico-escolástica se esconde un libelo que se hace eco de todas las mentiras y maquinaciones de la burguesía. Trotsky contesta punto por punto todas las acusaciones. Rebate el escolasticismo de Kautsky explicando cómo la correlación de fuerzas, la democracia, la violencia, no son imperativos categóricos kantianos, sino que son ideas que se concretan en un momento dado y en un lugar también concreto.»

Más adelante Mitxitorena muestra su acuerdo con Trotsky en la justificación de la represión, las medidas coercitivas, «el trabajo obligatorio, los sábados comunistas, incluso la militarización del trabajo y la utilización de parte del ejército, (son) necesarios en un momento dado si queremos salvar la revolución.» Y concluye: «Terrorismo y comunismo de Trotsky no sólo tiene un interés histórico. Es un libro plenamente actual. Hay procesos revolucionarios (por ejemplo en Latinoamérica), con sus avances y retrocesos, que van a tener que enfrentarse a situaciones (toma del poder, mantener el poder), no iguales, pero sí similares a las que afrontaron los bolcheviques. Por eso estudiar la experiencia de la revolución rusa y cómo ellos resolvían los problemas que iban surgiendo en el proceso de construcción del socialismo, es un deber de todo revolucionario. En este libro se condensa esa experiencia, se responde a las críticas de los adversarios de la revolución, los de antes y los de ahora.» En suma, Trotsky y Mitxitorena coinciden en algo muy antiguo: Si estoy convencido de que mis propósitos son buenos para todos, tengo derecho a imponerlos a todos.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Fernando de los Ríos, Mi viaje a la Rusia sovietista


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Escribe Octavio Ruiz-Manjón en su Fernando de los Ríos. Un intelectual en el PSOE (2007): «En la primavera de 1920, Fernando de los Ríos había seguido desplegando una actividad muy grande en el debate parlamentario sobre los presupuestos del Estado, aunque el gran tema político pendiente seguía siendo el de la postura que habría de adoptar el Partido Socialista Obrero Español sobre una posible incorporación del partido a la Internacional Comunista, que se había creado en Moscú en marzo del año anterior. Después de los debates del mes de febrero en el seno del Comité Nacional, la cuestión había quedado pospuesta para el congreso de junio y, mientras tanto, Besteiro acudió a comienzos de marzo a una reunión de la Internacional Socialista en Berna, en la que quedaron patentes sus diferencias con elementos como Daniel Anguiano.

»El Congreso extraordinario del partido, para tratar del tema, se reunió a partir del 19 de junio y, en un clima agitado por la frecuencia de incidentes, Fernando de los Ríos consiguió hacer triunfar el dictamen que había redactado, en el que se abogaba por una incorporación condicionada a la Internacional comunista. Las renuncias de Besteiro y Largo Caballero le permitieron integrarse en la Comisión ejecutiva y el Congreso le encargó que fuese a Rusia, en compañía de Daniel Anguiano, para cumplimentar las condiciones del ingreso que hablaban de la autonomía del partido, del derecho de revisión de los acuerdos de la Internacional y de la política de unificación de las internacionales obreras. Era una misión que no le debió sorprender demasiado porque llevaba algún tiempo documentándose sobre el fenómeno soviético (…) En cualquier caso, las veintiún condiciones que, por aquellos mismos días, impuso un nuevo Congreso de la Internacional Comunista para la incorporación de nuevos miembros hacía muy problemático el buen resultado de la gestión de los delegados españoles.»

En septiembre de aquel año los dos comisionados españoles emprendieron su viaje hacia Rusia: París, Berlín, Tallin, Petrogrado, Moscú. En una carta a España, escribía desde Reval (el nombre tradicional germánico de Tallin): «Voy a entrar en Rusia y antes de hacerlo he leído las Consideraciones de Fichte sobre la Revolución francesa escritas cuando aún la Revolución se hallaba en los momentos de terror. ¿Acertaré a ser objetivo? ¿Veré el elemento eterno, si lo hay, que no puede menos de haberlo, dentro del fenómeno que voy a estudiar? Por lo menos yo dudo que se pueda venir con mayor vocación por la verdad.» (cit. por Ruiz-Manjón). En los algo menos de dos meses que permanecerá en Rusia, nuestro autor desplegará una considerable actividad que luego reflejará en la obra que presentamos: reuniones oficiales, visitas a instituciones, centros de trabajo, y centros de ocio, entrevistas con abundantes personalidades (Lenin ―libertad, ¿para qué?―, Trotsky, Bujarin, Zinoviev… pero también Kropotkin.)

La principal consecuencia del viaje fue que el partido socialista no entró en la Tercera Internacional, consumándose la división de los marxistas españoles con la fundación del Partido Comunista. Al año siguiente, Fernando de los Ríos publicará el libro que comunicamos. Su impresión de la Rusia soviética fue claramente negativa, aunque expresada con cierta mesura en un esfuerzo por no avivar las tensiones que se multiplicaban ante la cuestión entre marxistas y revolucionarios de todos los países. De ahí las alabanzas a los propósitos socializadores y el rechazo de los métodos empleados. Más claro había sido en la carta escrita a su mujer nada más salir de Rusia, al llegar de regreso a Tallín (también citada por el profesor Ruiz-Manjón): «Ya puedo escribirte libremente… fuera de las tenebrosidades de un mundo policíaco (…) Hoy vuelvo con una más acendrada visión de la libertad por lo mismo que he visto lo que es carecer de ella.»

viernes, 29 de noviembre de 2019

José Ortega y Gasset, Un proyecto republicano (Artículos y discursos 1930-1932)


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José Ortega y Gasset es uno de los numerosos intelectuales liberales, como también Unamuno, que progresivamente pasan de la crítica del régimen liberal de la Restauración, a su condena más absoluta y global, con inclusión de la propia monarquía. Al filo de 1930, la recién concluida dictadura del general Primo de Rivera es considerada por Ortega nada más que un avatar de lo que él considera el antiguo régimen, y de ahí la urgencia del Delenda est Monarchia y del activismo político en un intento de modelar la opinión pública, desde las páginas de la prensa. Nuestro autor recibirá la República con entusiasmo contenido, y dará el salto a la política activa, a las elecciones, a las Cortes… y a un pronto desencanto. Alejandro Haro Honrubia, en su El pensamiento político de José Ortega y Gasset, en los Anales del Seminario de Historia de la Filosofía (2015), se refiere así a este periodo:

«Ortega encuentra en la Agrupación al Servicio de la República (ASR) que funda en 1931 junto a Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala la posibilidad de materializar sus ideas filosóficas orientadas a la revitalización de España como nación (Política vitalista de nación). Los miembros de la ASR no eran políticos, sino intelectuales que actuaban en la vida social y pública del país, porque comprendían que era su deber. No se trataba pues de un partido político, aun cuando estaban en contacto con los partidos o grupos que se mostraban favorables a la República. La ASR se decantó por la europeización de España: conquistar para España el nivel de los tiempos, que España ascendiera en la escala histórica. Ortega, desde la ASR, hizo de nuevo, como ya hiciera en 1914 y en 1922, un llamamiento a los hombres más destacados de cada actividad social como agentes pedagógicos cuya misión era lograr la revitalización social y nacional. El nuevo Estado nacional republicano tendría que encabezar un gran proyecto de organización nacional, es decir, debería organizar la vida social y pública española con vistas a lograr el despertar de nuestro pueblo a una existencia social más enérgica.

»Sin embargo, el proyecto de construcción del nuevo Estado nacional republicano fracasó. Se produce entonces un cierto distanciamiento de Ortega frente a la República; de ahí, su famoso discurso de rectificación de la República el 6 de diciembre de 1931. Con anterioridad a este mes de diciembre, el teórico español ya se había percatado del tortuoso camino que había tomado la República: el tono que se ha dado a la vida republicana (...), no responde a su origen ni a la realidad profunda de la nación. La política republicana fue, en opinión de Ortega, una reencarnación del particularismo, antítesis de la nacionalización del Estado republicano español. El 6 de diciembre de 1931 afirma Ortega que los republicanos han hecho una República triste y agria.» Es el inicio de sus proyectos para rectificar la república. Ortega se empeña, dice el profesor Haro, «en la construcción de un gran Partido Nacional Republicano. Había que hacer posible un enorme partido nacionalizador, por encima de derechas e izquierdas: Un enorme partido arrollador, tan grande y tan sin manías, que casi no pudiese llamársele partido y que excluye el nacionalismo (...). Vayamos a un gigantesco partido nacional que se proponga nacionalizar el Estado español (...), que se proponga instaurar la plena decencia en la vida pública española. Un partido de rigurosa disciplina, que sea capaz de imponerse, de defenderse frente a todo partido partidista. Un gran partido de amplitud nacional tendente, principalmente, a la educación política de las masas: La victoria del Estado docente, como elemento clave en el devenir histórico del país. Desgraciadamente, sus propuestas políticas no tuvieron otra salida que el fracaso.»

Presentamos los cuarenta artículos, con algunos de los discursos que gozaron de más repercusión, que Ortega publicó en los diarios El Sol, Crisol y Luz, en los años 1930 (crítica al renuente intento de vuelta a la legalidad constitucional tras la dictadura), 1931 (esfuerzo propagandístico para infundir sus principios políticos a la naciente república), y 1932 (desencanto con lo realizado e intento de forzar un viraje al curso de la república). Los resultados no acompañaron los deseos, y en octubre se disuelve la Agrupación al Servicio de la República, y Ortega se retira a un segundo plano de la vida política. Sin embargo, en diciembre de 1933, tras las elecciones generales de noviembre que han supuesto un absoluto vuelco político, publica el artículo ¡Viva la República!, que supone un nuevo repaso del discurrir del régimen, y un similar rechazo del bloque dominante en el anterior bienio, y del que acaba de triunfar.


Crisol, 7 de diciembre de 1931

viernes, 22 de noviembre de 2019

Karl Kautsky, Terrorismo y comunismo; contribución a la historia natural de la revolución


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La revolución de octubre, con el triunfo de los bolcheviques y la puesta en marcha del primer estado socialista, encrespó aún más el debate político occidental, ya alterado profundamente por la Gran Guerra en curso y la concomitante crisis del liberalismo europeo. Pero este debate alcanzó tintes dramáticos en el seno de la intelectualidad marxista que se vio obligada a tomar partido ante la nueva Rusia y sus nuevos dirigentes. Muchos artículos, folletos y libros se ocuparon de este asunto, y el que hoy comunicamos fue publicado por uno de los más influyentes teóricos del marxismo centroeuropeo, Karl Kautsky (1854-1938). Ernst Nolte, en su La guerra civil europea 1917-1945. Nacionalsocialismo y bolchevismo (que dio lugar a una absurda polémica atribuible a su publicación en 1987, poco antes del hundimiento de las democracias populares), tras expresar la posición de Rosa Luxemburg y Otto Bauer sobre la revolución bolchevique, escribe:

«Fue mucho más severa la opinión expresada no sólo en artículos de periódico sino también en varios ensayos por el hombre que en la socialdemocracia de la preguerra había representado la máxima autoridad en cuestiones de doctrina: Karl Kautsky. Según Kautsky, el marxismo formaba parte del proceso de humanización que había liberado al movimiento obrero de su estado salvaje original y también de la proximidad íntima con la fase terrorista de la Revolución francesa. El bolchevismo significaba, por lo tanto, una recaída en la bestialidad, porque deseaba sustituir otra vez la lucha de clases marxista por la guerra civil. De acuerdo con Kautsky, el motivo esencial para ello era la inmadurez de la situación rusa. Los bolcheviques aprovechaban el impulso de una psicosis de masas; por ello concebían la cualidad social denominada burguesía, prácticamente como un factor biológico, contra el cual procedían con la ferocidad y la brutalidad del naciente movimiento obrero. Por consiguiente, la victoria del bolchevismo equivalía a la derrota del socialismo, lo cual también se manifestaba en el surgimiento de una nueva burocracia, de una nueva clase de amos que restauraba el militarismo e instauraba el terrorismo: Fusilar: esto es el abc de de la sapiencia gubernamental comunista. Por lo tanto, el bolchevismo constituía un retroceso a condiciones bárbaras, antihumano y antisocialista, y por eso Kautsky finalmente lo califica de socialismo tártaro

Y más adelante, concluye: «La primera alternativa fundamental, que en 1918-1919 pareció prevalecer por completo, era la de capitalismo o socialismo, democracia burguesa o socialista. No obstante, los acontecimientos en Rusia y la aplicación positiva de término de dictadura por los comunistas no tardaron en restarle mucha fuerza. Karl Kautsky, Otto Bauer, Friedrich Stampfer y básicamente todos los socialdemócratas formularon en los mismos años 1918 y 1919, por lo tanto, el postulado democracia, no dictadura. No querían renunciar a la primera alternativa, pero, al contrario de los bolcheviques, sostenían decididamente la opinión de que sólo la democracia formal o burguesa permitiría progresar hacia el socialismo. Desde los primeros años de la posguerra se manejaban como conceptos contrarios, además de dictadura, también términos como totalitarismo o derecho de exclusividad, que coincidían con la línea principal de la teoría de Estado europea desde Montesquieu; durante muchos años se opusieron sobre todo al bolchevismo, el cual precisamente por ello era con frecuencia calificado de asiático por muchas voces.»

Karl Kautsky con los socialdemócratas georgianos, Tbilisi, 1920.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Teofrasto, Caracteres morales


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Discípulo de Aristóteles, Teofrasto (c. 371-288 a. de C.) fue uno de sus principales colaboradores; se hizo cargo de la educación de Nicómaco, el hijo de aquél; a su muerte, recibió por testamento sus libros, y desde entonces regentó el Liceo. En sus obras, perdidas en su mayoría, pero de las que nos quedan numerosos fragmentos y citas de otros autores, Teofrasto se ocupó de los más diversos saberes: lógica, física, historia natural (especialmente la botánica), leyes y política, pedagogía… Nuestro conocido Diógenes Laercio incluye una relación muy extensa de sus títulos, y un puñado de anécdotas: «A uno que en cierto convite no hablaba palabra alguna le dijo: Si tú eres ignorante, obras prudentemente; pero si docto, imprudentemente.» Y también: «Refiérese que preguntado por sus discípulos si les encargaba alguna cosa, respondió que nada tenía que encargarles, sino que la vida humana nos promete falsamente muchas suavidades por adquirir fama y gloria. Nosotros, cuando empezamos a vivir, entonces morimos. No hay cosa más vana e inútil que el amor de la fama. Procurad ser felices. Dejad el estudio de la sabiduría, por ser muy trabajoso, o aplicaos a él en sumo grado, por la mucha gloria que resulta. La vanidad de la vida es mayor que la utilidad. Pero yo ya no estoy para aconsejar lo que debéis hacer; vosotros lo meditaréis… Esto diciendo, expiró.»

La obra que comunicamos es una de las pocas salvadas del naufragio de los tiempos. Muy breve, tras un proemio posiblemente agregado siglos después por un imitador de su estilo, se compone de una treintena de tipos humanos dominados por un vicio característico: falsedad, adulación, locuacidad, rusticidad, lisonja, indolencia, charlatanería, novelería, ruindad, miseria, insolencia, impertinencia, obsequio intempestivo, estupidez, aspereza, superstición, resentimiento injusto, desconfianza, asquerosidad, pesadez, ambición fútil, mezquindad, vanidad, soberbia, timidez, ansia de sobresalir, instrucción tardía y maledicencia. No es una descripción profunda, y mucho menos un análisis filosófico de estos comportamientos. Es posible que la obra, tal como la conocemos, fuera originalmente una mera parte de otra con objetivos más ambiciosos. Guillermo Fraile, en el tomo I de su conocida Historia de la Filosofía, señala lo siguiente: «En su tratado sobre los Caracteres bosqueja treinta tipos un poco caricaturescos, revelando un fino sentido de la observación, junto con un malicioso espíritu para captar el aspecto ridículo de las cosas. Fue un género que tuvo después numerosos imitadores.» Y aquí radica quizás el interés de de este librito: nos acerca a la vida habitual de la gente corriente de hace más de dos mil años, con sus mezquindades, malicias e incoherencias, quizás en el fondo no tan distantes de las de nuestra propia época.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Paul, Hermann y Jean Limburg, Las muy ricas horas del duque de Berry (selección de las miniaturas)

El duque de Berry

Selección de las miniaturas  |  CBZ  |

Escribe Ingo F. Walther en su Codices illustres (2005): «Las muy ricas horas del duque de Berry es sin duda el más famoso de los libros de horas y uno de los manuscritos iluminados que mayor admiración despiertan. Constituyen el último libro de horas confeccionado por encargo del duque Jean de Berry [hermano del rey de Francia]. El trabajo en el manuscrito comenzó aproximadamente al mismo tiempo que los hermanos Limburg pasaban a ocupar el puesto vacante de Jacquemart de Hesdin como pintores principales de la corte del duque. Pero la catástrofe acechaba en el año 1416: los tres hermanos Limburg, Jean, Paul y Hermann, fallecieron a consecuencia de una devastadora epidemia, y el propio duque de Berry murió también, a los 76 años. El códice, previsto en sus inicios como una obra de inimaginable suntuosidad, quedaba así inacabado, y apenas se componía de hojas sueltas. En este estado llegó el manuscrito a finales del siglo XV a la casa de Saboya. Fue entonces, hacia 1485, cuando Carlos I de Saboya encargó a Jean Colombe, pintor de renombre de Bourges y último gran miniaturista que diera Francia, la continuación del trabajo de iluminación del libro.» En la ilustración del folio 75 recto retomó la labor, retratando a los nuevos propietarios en adoración del Varón de dolores, que se alza del sepulcro, y que se recorta ante un bello paisaje «de resonancias renacentistas. Con todo, y pese a la innegable calidad de las iluminaciones de Colombre, éstas quedan muy lejos de la incomparable labor de los hermanos Limburg.»

Y entre todas sus ilustraciones destaca especialmente el Calendario. «Sobre la base de de anteriores representaciones de las estaciones del año y de las distintas labores propias de cada mes, por lo general muy esquemáticas, los hermanos construyen imágenes de página entera en las que las labores tradicionales se suceden frente a magníficos paisajes. En cada uno de éstos aparece uno de los famosos castillos propiedad del duque de Berry o del rey francés: centros de defensa y señales de dominio absoluto que albergaban rebosantes cámaras del tesoro y opulentas colecciones de arte. En la media luna que corona las esquinas superiores de las ilustraciones puede verse a la deidad planetaria que gobierna cada mes, así como el correspondiente signo del zodíaco. Tanto el fondo azul de estos lunetos de implicaciones astronómicas y astrológicas, como el azul de las ilustraciones, se obtuvo mediante el empleo del costosísimo lapislázuli. El estilizado ideal palaciego, caracterizado por un gusto muy refinado, impregna incluso las imágenes que representan las tareas del campo. Las gentes se entregan a sus duras labores cotidianas como en un grácil ballet, y los estilizados cuerpos se mueven por espacios de aceptable perspectiva. Todo ha sido atentamente observado y cada detalle reflejado, y aun así el idealismo de un sobrenatural espíritu festivo envuelve la escena.»

El archivo cbz puede visionarse cómodamente con aplicaciones gratuitas como GonVisor o Mcomix, o simplemente extraer las imágenes.


viernes, 1 de noviembre de 2019

Abraham Ortelius, Theatro del orbe de la Tierra

Abraham Ortelius

Los mapas  |  CBZ  |
Primera edición castellana,1588, ejemplar sin colorear  |  PDF  |
Edición castellana de 1612, ejemplar coloreado  |  PDF  |

Presentamos el primer gran Atlas moderno, publicado en 1570, en Amberes y en lengua latina por Abraham Ortelius (1527-1598), con el título Theatrum orbis terrarum. Su éxito fue rápido y constante, lo que multiplicó las ediciones (siempre con la adición de nuevos mapas) y las traducciones a las principales lenguas: holandés (1571), alemán (1572), francés (1572), español (1588), inglés (1606) e italiano (1608). Y también incentivó la confección de otras obras relacionadas, como nuestra conocida Civitates orbis terrarum, de Braun y Hogenberg, que inició su publicación sólo dos años después. La traducción española fue realizada por el franciscano residente en Lovaina Balthazar Vicentius, y fue impresa en Amberes por Cristóbal Plantino, que le añadió la siguiente dedicatoria al futuro Felipe III, con la correspondiente alabanza de autor y obra:

«Al príncipe de España don Felipe de Austria, Cristóbal Plantino, humilde vasallo y criado del rey Católico su padre nuestro señor, salud y prosperidad entera para la gloria de Dios y bien público de la Cristiandad. En esta ciudad vive Abraham Ortelio, varón bastante para comprehender con el ánimo e ingenio toda la redondez del mundo, así lo desierto como lo poblado, con el mar que todo esto abraza y baña, y no menos para andarlo y peregrinarlo él mismo por su persona, si la facultad conformara con su deseo. Este ciudadano nuestro, que yo por sus virtudes y artes buenas tengo en lugar de hermano muy amado, publicó los años pasados un libro intitulado Theatrum orbis, en lengua latina, y lo dedicó al católico rey don Felipe, nuestro señor, padre de vuestra alteza, a quien principalmente convenís la dedicación de semejante obra, como a su propio señor y rey, so cuyo dominio y gobierno Dios ha puesto la mayor parte de todo cuanto se habita en el continente e islas del tierra. El estudio, cuidado y trabajo que el dicho autor puso en componer con buen orden una obra tan grande, tuvo el suceso que merecía su calidad, porque ha dado mucho contento a todos los hombres en todas las naciones de la Cristiandad; en especial a cuantos entendían la lengua latina, en que los razonamientos del tal libro estaban escritos.

»Y al rey nuestro señor, Padre de vuestra alteza, agradó tanto, que conforme a su real ánimo y propósito perpetuo de premiar a todos los bien ejercitados en artes provechosas y buenas disciplinas, le hizo merced del título de Cosmógrafo Real en todos sus estados. Y porque entre todas las gentes que ahora viven en el mundo, ninguna hay que más haya navegado los mares de él, ni costeado y calado la tierra, que los naturales de España, y muchos de ellos pudiendo aprovecharse de este libro tanto a propósito de su inclinación y ocupación, por carecer de lengua latina, no sienten el gusto y provecho que podrían sacar, determiné yo (con voluntad y beneplácito del autor) traducir en castellano lo que los romancistas desearían tener traducido, y comunicarlo con todas las naciones de España, que comúnmente entienden castellano, por la afección que siempre les he tenido y tengo en particular, allende las generales obligaciones de ser hijos de una Iglesia católica romana, y vivir todos nosotros debajo de un dominio y gobierno de un mismo rey y señor propio natural.

»Pues el mismo consejo y propósito que movió a Abraham Ortelio a ofrecer esta obra en su principio latino a la majestad del rey católico, padre de vuestra alteza, es el que también me ha movido y obligado a mí a presentarla ahora ya más crecida, y enseñada a hablar en romance, a vuestra alteza, a quien Dios ha dado la sucesión venidera del gobierno de la tierra que su padre tiene, y deseamos que por muchos años tenga con toda felicidad. Porque entre tanto que la edad de vuestra alteza creciendo se ejercita en aprender la lengua latina, y las demás que para el ministerio de su vocación fueren convenientes, por su recreación y pasatiempo vea a ratos la composición de esta casa común que el Creador aderezó para morada de los hombres mortales, y reconozca las partes de ella que a los señoríos de su padre y suyos, como de participante y sucesor legítimo, pertenecen. Porque los grandes varones y príncipes suelen tener por pasatiempo y recreación lo que los particulares tienen por bastante, grave y perpetuo estudio y oficio. Y esto está bien a su grandeza y al buen expediente de los cargos que de Dios recibieron en la tierra, para ganar después con ellos gloria e inmortalidad en los cielos, y memoria perpetua entre los hombres.

»A vuestra alteza, pues, humildemente suplico, reciba con su gracia de príncipe hijo de tal padre, el pequeño presente y servicio que este pobre criado de ambos con su poca facultad le ofrece con ánimo enteramente devoto y leal. De Amberes, a 11 de mayo de 1578.»

Junto con las ediciones de 1588 y 1612, presentamos una colección de los grabados de ambas con el apéndice de geografía de la Antigüedad de la segunda, en formato cbz. El archivo puede visionarse cómodamente con aplicaciones gratuitas como GonVisor o Mcomix, o simplemente extraer las imágenes.

viernes, 25 de octubre de 2019

Georg Braun y Franz Hogenberg, Civitates orbis terrarum

Joris Hoefnagel

Selección de los grabados  |  CBZ  |
Civitates orbis terrarum,1572  |  PDF  |
De praecipuis, totius universi urbibus, liber secundus, 1575  |  PDF  |
Urbium praecipuarum totius mundi, liber tertius, 1581  |  PDF  |
Urbium praecipuarum totius mundi, liber quartus, 1588  |  PDF  |
Urbium praecipuarum mundi theatrum quintum, 1596  |  PDF  |
Theatri praecipuarum totius mundi urbium liber sextus, 1617  |  PDF  |

Extractamos y traducimos el texto correspondiente del excelente Historic Cities. «El primer volumen de Civitates Orbis Terrarum se publicó en Colonia en 1572. El sexto y último volumen apareció en 1617. Este gran atlas de ciudades, editado por Georg Braun y grabado en gran parte por Franz Hogenberg, llegó a contener 546 panorámicas, vistas de pájaro y mapas de ciudades de todo el mundo. Braun (1541-1622), un clérigo de Colonia, fue el editor principal de la obra, y contó en este proyecto con el apoyo e interés continuo de Abraham Ortelius, cuyo Theatrum Orbis Terrarum de 1570 fue el primer atlas verdadero, una sistemática y completa colección de mapas de estilo uniforme. El Civitates, de hecho, estaba destinado a ser un acompañante del Theatrum, como lo indica la similitud en los títulos y las referencias contemporáneas sobre la naturaleza complementaria de las dos obras. Sin embargo, el Civitates fue diseñado con un enfoque más popular, sin duda porque la novedad de una colección de planos y panorámicas de las ciudades suponía una empresa comercial más arriesgada que un atlas mundial, para el que había un buen número de precedentes exitosos.

»Franz Hogenberg (1535-1590) era hijo de un grabador de Munich que se instaló en Malinas. Grabó la mayoría de las planchas del Theatrum de Ortelius y la mayoría de las del Civitates, y quizás fue el responsable de iniciar el proyecto. Más de un centenar de artistas y cartógrafos diferentes grabaron las placas de cobre de las Civitates a partir de dibujos previos. El más destacado de ellos fue el artista de Amberes Georg (Joris) Hoefnagel (1542-1600), que no sólo contribuyó con la mayor parte del material original para las ciudades españolas e italianas, sino que también reelaboró y modificó el de otros contribuyentes. Tras la muerte de Hoefnagel, su hijo Jakob continuó el trabajo para las Civitates. Se copiaron muchas planos inéditos de ciudades de los Países Bajos de Jacob van Deventer (1505-1575), también conocido como Jacob Roelofszof, al igual que los grabados en madera de Stumpf de la Schweizer Chronik de 1548, y las vistas alemanas de Munster, de las ediciones de 1550 y 1572 de su Cosmographia. Otra fuente importante de mapas fue el cartógrafo danés Heinrich van Rantzau (1526-1599), más conocido bajo su nombre latino Rantzovius, que proporcionó mapas del norte de Europa, especialmente de las ciudades de Dinamarca.

»Braun añadió a los mapas figuras con vestimentas características de la zona. Este recurso ya había sido anticipado en la vista grabada de Nuremberg, obra de Hans Lautensack en 1552, en la que esos grupos de ciudadanos situados en un primer plano, fuera de la ciudad, proporcionan más autenticidad a los detalles topográficos altamente precisos de la que efectivamente era entonces la capital cultural de Alemania. Sin embargo, los motivos de Braun para agregar figuras a las panorámicas fueron más ambiciosos: como indicó en su introducción al libro I, creía, tal vez con optimismo, que sus planos no serían analizados en busca de secretos militares por los turcos, ya que su religión les prohibía mirar representaciones de la forma humana. Las Civitates proporcionaron una visión integral única de la vida urbana a comienzos del siglo XVI. Las estampas, cada una acompañada por el relato impreso de Braun de la historia, la situación y el comercio de la ciudad, forman un completo compendio para los viajeros de sillón. En 1621, en su The Anatomy of Melancholy, el erudito Robert Burton afirmó que examinar esos libros de ciudades, proporcionados por Braun y Hogenberg, no sólo proporcionaría instrucción sino que también elevaría el espíritu.»

Junto con las obras originales, presentamos una selección de unos cuatrocientos grabados, en su mayoría coloreados, en formato cbz. El archivo puede visionarse cómodamente con aplicaciones gratuitas como GonVisor o Mcomix, o simplemente extraer las imágenes.


viernes, 18 de octubre de 2019

Theodor Herzl, El Estado Judío


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Escribe Luis Suárez en su espléndida obra Los judíos (2003): «La consecuencia más importante de este amplio movimiento antisemita fue, probablemente, el despertar de una conciencia nacional judía. En la segunda mitad del siglo XIX surgen, entre los propios hebreos, algunos grandes pensadores que se ocupan de dilucidar qué es ser judío, y establecen dos principios: los judíos, donde quiera que estén, forman una nación que se basa en la posesión de un pasado común y en la esperanza de conseguir la restauración; la política al servicio de dicha nación tiene que ser hecha por los propios judíos, y sólo por ellos. Esto no implicaba renunciar a las ayudas que pudieran venir de fuera. Dicho planteamiento tenía además la ventaja de hallarse al hilo de la evolución general que se producía en Europa, donde se estaban desarrollando los nacionalismos y donde la herencia de la Ilustración podía darse por concluida (…)

»En 1882 un grupo de estudiantes fundó en Viena la sociedad llamada Kadima. Su objetivo no estaba muy claro: se trataba de defender la cultura y cuanto el judaísmo, amenazado por ese rebrotar de los odios, significaba. Fue entonces cuando, en aquella ciudad, Nathan Birenbaum, que había creado el diario Selbstemanzipation utilizó por primera vez el término Sionismo para designar el proyecto de retorno a Tierra Santa. Surgieron adeptos, todavía en número no muy grande ni tampoco con ideas demasiado claras. En la primera reunión que los sionistas celebraron en París en 1894 no lograron establecer una organización estable. Pero entonces se sumó al movimiento el doctor en leyes por la Universidad de Viena Theodor Herzl (1860-1904), que había renunciado a la abogacía para ser periodista y se hallaba en París en calidad de corresponsal del Neue Freie Presse de su país natal, en el momento en que se celebraba el proceso contra Dreyfus. Se sintió conmovido en su dignidad de hombre y de judío al comprender la injusticia que se estaba cometiendo y ver cómo se desataban los odios contra los judíos. La emancipación no era la verdadera solución para el problema.

»En mayo de 1895 explicó al barón Hirsch cuál era su programa: había que evacuar a todos los judíos de Europa y devolverlos a la Patria original a fin de que crearan allí el Hogar judío. Sólo de este modo conseguirían ser los judíos como los demás hombres. Inició una campaña de prensa en enero de 1895 y en el mes siguiente publicó el libro que sería clave en el Sionismo: El Estado judío; intento de una solución moderna de la cuestión judía. Herzl sostenía que, mientras continuara la situación en que se desenvolvían los judíos, el antisemitismo nunca llegaría a desaparecer; una nación dentro de otra suscita el odio. Por eso la solución no podía llegar por otros medio que el de obtener un territorio en cualquier parte del mundo donde Israel pudiera reconstruir Sion. No se refería expresamente a Palestina, pero era evidente que ésta ocupaba el primer lugar en la lista. El libro fue acogido con entusiasmo por los sionistas (...)

»Se trataba de una idea estrictamente política, que tropezaba con la resistencia de muchos rabinos y dirigentes religiosos. Fue, sin embargo, aceptada por una asamblea de sionistas alemanes y austríacos celebrada en Viena en marzo de 1897. Decidió fundar un periódico, Die Welt, a fin de disponer de una adecuada plataforma para la difusión y explicación de su doctrina. Se iniciaba una dolorosa andadura de medio siglo, un tiempo que parece corto, pero que se tornó en difícil a causa de los terribles sucesos que durante él tendrían lugar. Algunos de los niños nacidos entonces alcanzarían a ver el nacimiento del Estado de Israel.»

viernes, 11 de octubre de 2019

Las miniaturas del Códice Manesse

Rudolf von Neuenburg

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El Códice Manesse, elaborado hacia 1310-1340 en la región del lago Constanza, contiene la más destacada colección de la lírica cortesana alemana, con poesías de 140 minnesänger de los siglos XII al XIV, en su mayoría nobles, aunque también figuran burgueses y juglares. Pero lo que comunicamos aquí son las 137 miniaturas (más un dibujo a pluma sin iluminar) que representan a los poetas. Éstas nos acercan visualmente al mundo caballeresco del amor cortés que, poco después de concluir el códice va a ser profundamente afectado por el azote de la peste negra de mediados del siglo. Gran parte de la Cristiandad se tambaleará ante esta plaga, y cuando se supere la profunda crisis, el mundo comenzará a cambiar a marchas forzadas hacia la modernidad y el renacimiento. Pero el Códice Manesse todavía nos muestra una sociedad (o más bien a una parte de la sociedad) plena y que confía en sí misma.

Ingo F. Walther, en su Codices illustres (2005), recalca lo innovador y atractivo de este aspecto: «El iluminador del Codex Manesse no se limita en su trabajo a reproducir 137 veces al poeta en actitud de meditar, de de dictar o de recitar; lo presenta también interviniendo en combates como caballero armado, cazando, jugando, participando en en espectáculos cortesanos como la música y el baile, comiendo, bebiendo, bañándose en plena naturaleza o conversando familiarmente y abrazando con ternura a su amada. Introduce variaciones en los retratos asignando determinados atributos a los personajes: una espada al caballero, una cinta (o cartela) escrita o un adorno floral al poeta, un castillo como residencia de la dama, o una serie de almenas desde donde los espectadores contemplan los acontecimientos (…) Las ilustraciones reflejan vivamente el variado mundo de la nobleza en la época de los Hohenstaufen, a principios del siglo XIV; lo hacen, desde luego, a través del ojo del artista, siendo el mundo real totalmente distinto.»

Aunque intervinieron cuatro miniaturistas, la mayor parte de las ilustraciones fueron realizados por el llamado Maestro del Fondo, en un estilo deudor de los espléndidos modelos franco góticos, de colores vivos e intensos, pero cada vez más refinados y elegantes. Se reconocen sus miniaturas, señala Walther, por su marco de bandas en azul, rojo y dorado. Respecto a los otros tres iluminadores, algo más tardíos, el mismo autor los caracteriza «por su riqueza de figuras, su amplitud narrativa y sus escenas de género. Reproducen acciones escénicas en las que también intervienen sirvientes, músicos, y ayudantes de caza y de torneos.»


Folio 82 verso, Der Schenk von Limpurg

viernes, 4 de octubre de 2019

Oliver Goldsmith, Historia de Inglaterra desde los orígenes hasta la muerte de Jorge II


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Oliver Goldsmith (1729-1774) forma parte de la Ilustración británica, algunos de cuyos miembros se reconocen en el grabado inferior, con la representación de una reunión literaria en casa del gran pintor Joshua Reynolds, también autor del retrato superior. De izquierda a derecha, James Boswell, el reconocido doctor Samuel Johnson, Reynolds, el gran actor David Garrick, nuestro conocido Edmund Burke, el patriota corso Pasqual Paoli, Charles Burney, Thomas Warton y Goldsmith, que es el que nos interesa. Nacido en Irlanda, médico y escritor, tuvo una ajetreada vida que le hizo subir y bajar continuamente en la escala social, en buena medida por su despreocupación y por su gusto por la vida bohemia. Su fama le vino por sus poesías y por su novela El vicario de Wakefield (que es la obra que mejor ha resistido el paso del tiempo), y sólo su relación con el círculo del doctor Johnson le permitió lograr cierta estabilidad.

Presentamos su Historia de Inglaterra desde los orígenes hasta la muerte de Jorge II (1771). Es una obra apresurada y un tanto superficial, pero amena y bien escrita, lo que le aseguró múltiples reediciones y traducciones, como la que presentamos. Sin embargo palidece considerablemente cuando la comparamos con la gran historia de Inglaterra redactada en el siglo XVIII, la del filósofo David Hume, que confío presentar próximamente. En 1846 escribía su editor en español, Ángel Fernández de los Ríos: «…la Historia de Inglaterra, cuya traducción hemos emprendido, además del encanto del estilo propio de todas las producciones de Goldsmith, y del interés que sabe dar siempre a su narración , se distingue por una gran imparcialidad de opiniones; mérito generalmente raro en las historias inglesas, escritas todas bajo tres influencias casi siempre ciegas y apasionadas, el espíritu de partido, el de doctrina religiosa y un orgullo nacional exagerado.»

Parece un poco exagerado el juicio. Veamos como termina su Historia, con un orgullo netamente prenacionalista: «Inglaterra suministraba un subsidio al rey de Prusia; un cuerpo considerable de tropas inglesas mandaba en la vasta península de la India; otro ejército de veinte mil hombres protegía las conquistas de la América septentrional; treinta mil hombres había empleados en Alemania, y otros muchos cuerpos se hallaban en las guarniciones de las diferentes partes del mundo. Y todo esto era nada en comparación de la fuerza que los ingleses tenían en el mar, y que dominaba donde quiera, haciendo totalmente nula la preponderancia de los franceses sobre este elemento. El valor y la habilidad de los almirantes ingleses superaban todo lo que se había visto en la historia: ni la superioridad de fuerzas, ni el temor del peligro y tempestades podían intimidarlos. (…) Tal es el aspecto glorioso que en esta época presentaba la Gran Bretaña en todo el universo; pero al paso que sus esfuerzos siempre dirigidos al bien de la nación, obtenían los más prósperos resultados, un acontecimiento fatal vino a oscurecer por algún tiempo el brillo de sus victorias.» Naturalmente, se refiere a la muerte de Jorge II.

Otras de sus reflexiones se han convertido en lugares comunes. En un momento determinado, al inicio de la narración del reinado de Jorge II, Goldsmith comenta (y reflexiona): «En todo el tiempo que duró la paz, apenas hubo suceso alguno digno de ser referido. Tales intervalos son épocas de ventura para un pueblo, porque la historia en general no es más que un gran registro de crímenes y calamidades de la especie humana.»