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De un cómic de Philippe Delaby |
En su día comunicamos Sobre los varones ilustres de la ciudad de Roma, obra erróneamente atribuida a Sexto Aurelio Víctor (c. 330-390), el norteafricano hijo de campesinos que logró ascender cultural y socialmente en la sociedad romana hasta alcanzar el rango más elevado: gobernador de Panonia, prefecto de la ciudad de Roma, y por lo tanto del Senado, cónsul, y fue merecedor de que se le erigiese una estatua. Su carrera política se desarrolla especialmente en los reinados de Juliano y Constancio II y, más tarde en el de Teodosio, al que el mismo Aurelio dedicó en Roma una estatua cuyo basamento, con la inscripción que reproducimos más abajo, fue fortuitamente encontrada en el siglo XVI en el entorno del Foro de Trajano.
Respecto a su fama en las Letras, varios autores de su época lo alaban y muestran un gran interés por sus obras, como Amiano Marcelino y Jerónimo de Estridón… y lo plagian, como hizo el desconocido autor de la Historia Augusta; otros posteriores aun lo citan, como Pablo el Diácono en el siglo VIII. Y sin embargo, sólo se le atribuye con seguridad la breve obra que comunicamos, que desde su inicio se presenta como continuación de la caudalosa y dilatada historia de Roma de Tito Livio, aunque más bien parece ser Suetonio su modelo. Es el Liber de Cæsaribus o Aurelii Victoris Historiæ Abbreviatæ ab Augusto Octaviano, id est a fine Titi Livii, usque ad consulatum decimum Constantii Augusti et Iuliani Caesaris tertium, en el que se ocupa de los últimos cuatro siglos del Imperio Romano, hasta su tiempo.
Sin embargo su fama se eclipsó relativamente pronto, como parece demostrar la escasez de manuscritos medievales que se han conservado: apenas dos, y del siglo XV. En cambio, de su contemporáneo Eutropio, autor del Breviario de historia romana, escrito en un lenguaje más fácil y directo, han llegado a nosotros copias en unos ochenta códices. El De Cæsaribus se imprimió por primera vez en Amberes en 1579, y desde entonces por lo general se editó junto a otras dos obras que fueron atribuidas Aurelio Víctor: Origo gentis Romanæ, y el citado Liber de viris illustribus, conocidas conjuntamente como Corpus Aurelianum o Historia tripertita. También se le añadió el llamado el Epitome de Cæsaribus, que tras resumir la obra que nos ocupa, la continúa unos treinta y cinco años hasta la época de Teodosio.
Justin Stover y George Woudhuysen, profesores de las universidades de Edimburgo y Nottingham, publicaron el pasado año el libro The Lost History of Sextus Aurelius Victor, en el que subrayan la llamativa contradicción que se observa entre el gran prestigio como historiador que Víctor tuvo en su tiempo, y lo exiguo de las obras conservadas, lo que les conduce a plantear una interesante hipótesis. Reproducimos a continuación algunos párrafos del artículo que sobre esta cuestión publicaron en el foro Antigone.
«La brecha entre la considerable fama de Víctor con sus contemporáneos y la naturaleza obviamente insatisfactoria de su obra debería al menos hacernos reflexionar. Los gustos antiguos y modernos no siempre coinciden... pero sí parece extraño que Juliano, Jerónimo y el resto tuvieran tan alta estima por una obra tan claramente inadecuada como el De Cæsaribus. Tenemos una excelente idea de lo que los lectores latinos del siglo IV valoraban en una obra de historia y, en lo que a ellos respecta, los modelos a seguir eran Salustio y (en menor medida) Livio. Nadie podría confundir el De Cæsaribus, aunque exiguo, con la punzante brevedad de una de las monografías de Salustio, y menos aún con las exuberantes décadas de la historia de Livio…
»Si examinamos el De Cæsaribus en los manuscritos que transmiten la obra, encontramos algo bastante interesante. El De Cæsaribus tiene una transmisión escasa en manuscritos... pero le dan el mismo título: no el por el que se conoce comúnmente hoy (una invención de principios de la era moderna), sino Aurelii Victoris Historiæ Abbreviatæ. Sólo una cosa puede significar: las Historias abreviadas de Aurelio Víctor, abreviadas no en el sentido de que son meramente cortas, sino más bien en que alguien ha pirateado el texto de un original más extenso. El título mismo nos dice que ésta no es la obra histórica original de Víctor, sino más bien un epítome de la misma…
»La razón de la fama de Víctor entre sus contemporáneos y su oscuridad actual debería ser ahora obvia. Ellos leían la que era, sin duda, una historia monumental del Imperio Romano, que despertó enorme admiración entre los testigos más diversos imaginables en el siglo IV. Nosotros sólo estamos ante dos epítomes fragmentarios de esa obra, sin advertir siquiera que lo son. Podríamos comparar el proceso con intentar juzgar una gran novela por su entrada en Wikipedia: informativa hasta cierto punto, pero que no llega muy lejos.
»Ante nuestras narices se oculta una importante historia perdida del Imperio Romano, a la espera de ser redescubierta. Claro que no podemos leerla completa y debemos conformarnos con resúmenes de su contenido, pero esa es la situación habitual de los grandes historiadores romanos. Las obras de Salustio, Tácito, Tito Livio y Amiano Marcelino nos han llegado sólo parcialmente. Afortunadamente, podemos usar extractos y citas antiguas para comprender las Historias de Salustio y los epítomes antiguos y comprender las líneas generales de la obra de Tito Livio; no se conserva nada similar de las partes perdidas de Tácito y Amiano.
»Las posibilidades que todo esto plantea resultan muy emocionantes. No hay pruebas sólidas de que alguien hubiera intentado escribir una historia a gran escala en latín después de la época de Tácito y Suetonio, a principios del siglo II. Al escribir una historia tan sustancial en el año 360 de C., Víctor emprendió una aventura extraordinaria. Su obra muestra el arranque del gran resurgimiento de la literatura latina de fines del siglo IV, e influyó claramente en sus contemporáneos, y de ahí la admiración que despertó. Una comprensión adecuada de la historia perdida de Sexto Aurelio Víctor transformará nuestro conocimiento del pasado romano.»
Inscripción de la basa de una estatua de Teodosio
encontrada cerca de la Columna Trajana, en Roma.
«A quien ha superado la clemencia, santidad
y munificencia de los antiguos emperadores,
nuestro señor Flavio Teodosio,
piadoso, vencedor, emperador para siempre,
Sexto Aurelio Víctor, de rango senatorial,
prefecto de la ciudad, juez en lugar del emperador,
la consagró (la estatua) a su divina majestad.»
(Corpus Inscriptionum Latinarum VI 1186)