Crónicas de Nuremberg (1493) |
Guillermo Fraile, en el tomo I de su Historia de la Filosofía, los presenta así: «La invasión dórica en el siglo XII obligó a emigrar a los jonios, los cuales buscaron refugio en las costas e islas adyacentes del Asia Menor, fundando numerosas colonias, consolidadas en el siglo VIII por una nueva oleada de emigraciones. En esas colonias (Mileto, Éfeso, Clazomenes, Samos…), en contacto directo con las culturas del Oriente Próximo, nace la Filosofía. La importancia de este período es extraordinaria. El hecho de que la Filosofía griega culmine en los grandes pensadores atenienses del siglo IV ha repercutido sobre los que les anteceden, haciéndoles aparecer con el carácter de precursores. Ciertamente lo son, en cuanto que preparan el advenimiento de las grandes concepciones sistemáticas helenas. Pero tienen por sí mismos un alto valor. Aun cuando Grecia no hubiese llegado a las cumbres de Platón y Aristóteles, solamente las especulaciones de los presocráticos le darían derecho a ocupar un puesto destacado en la historia del pensamiento.
»El siglo y medio que transcurre entre Tales de Mileto y los sofistas constituye un período sumamente rico de vida intelectual. En contraste con la lentitud oriental, el pensamiento heleno sorprende por su brillante rapidez. Apenas comienzan a filosofar los griegos, imprimen a la especulación un impilso y un ritmo desconocido hasta entonces. La Filosofía, recién nacida en las primeras respuestas de los milesios al problema de la Naturaleza, se remonta rápidamente a las audaces concepciones de Heráclito, Parménides, Empédocles, Anaxágoras y los atomistas. El panorama intelectual es muy movido, Las controversias entre los filósofos contribuyen a afinar los conceptos y a crear una verdadera técnica filosófica. Rápidamente van surgiendo los problemas fundamentales, aunque todavía en forma embrionaria e implicados unos en otros. Aparecen también los primeros intentos de solución, aun cuando haya que reconocer que la importancia de los presocráticos consiste más en el hecho mismo de haberse planteado los problemas que en las soluciones concretas que les pudieron ofrecer.
»Los presocráticos elaboran sobre la marcha muchas nociones importantísimas: de ser y de hacerse, de sustancia y accidente, de movimiento y quietud, de naturaleza común y seres particulares, de realidad y de fenómenos, de materia y espacio, de finito e indefinido, de limitado e inlimitado, de tiempo y eternidad, de conocimiento sensitivo e intelectivo, de lleno y vacío, de divisible e indivisible, de número y medida, de identidad y contradicción, de ciencia y de opinión, de causa y efecto, de orden y de ley, de responsabilidad moral y de sanción, etc., etc. También se esbozan claramente las tendencias fundamentales que prevalecerán a lo largo de la Historia del pensamiento: realismo e idealismo, monismo y dualismo, mecanicismo y dinamismo, etc. En este aspecto los presocráticos pueden considerarse como precursores no sólo de Sócrates, sino de toda la Filosofía europea.»
Y más adelante concluye: «Los positivistas del siglo [ante]pasado saludaron con alborozo el acontecimiento del paso del mito a la ciencia, realizado en el suelo de Grecia, y que significaría una manifestación más del milagro helénico. Esto quiere decir que en Grecia, para explicar los fenómenos de la Naturaleza, se habrían sustituido por vez primera los espíritus por causas naturales, y la voluntad arbitraria de los dioses por leyes fijas y necesarias. La expresión tiene un cierto fondo de verdad. Pero es demasiado simplista para ser exacta. El tránsito a la ciencia se realiza en Grecia, pero tampoco de una manera rápida y total. En su primer período la Filosofía conserva todavía en gran parte la forma mitológica y antropológica. Las primeras tentativas de una representación racional del Universos arrastran por mucho tiempo un lastre considerable de mitos y alegorías. En los presocráticos perduran muchos elementos de los antiguos poemas cosmogónicos, mezclados con otros de procedencia órfica, o de una inspiración moral y religiosa muy semejante, como sucede en el pitagorismo y en Empédocles.»
William Russell Flint, The Odissey of Homer, 1924 |