Comunicamos esta semana una de las más discutidas obras de la historia romana, la enigmática Historia Augusta. Su propósito aparente es claro: pretende ser una ambiciosa continuación de las Vidas de los doce Césares de Cayo Suetonio Tranquilo, ocupándose de los augustos, césares y usurpadores varios, de los siglos II y III. Habría sido supuestamente redactada por seis autores (Elio Esparciano, Vulcacio Galicano, Elio Lampridio, Julio Capitolino, Trebelio Polión y Flavio Vopisco) en tiempos de Diocleciano y Constantino, a caballo de los siglos III y IV. A causa de la escasez de obras conservadas, y a pesar su mediocre calidad literaria e historiográfica, fue considerada fuente principal para esta época (del 117 al 284). Sólo a partir de 1889, con la obra de Hermann Dessau, se generalizaron las sospechas de que nos encontramos antes una gran mistificación. Actualmente se atribuye su autoría a un único autor, posiblemente habitante de la ciudad de Roma, acomodado, y que defiende las viejas tradiciones políticas, religiosas y culturales del Imperio. Sin duda escribe su obra (un poco a la ligera con repetidos cambios de tono, enfoque y orientación) un siglo más tarde de lo que manifiesta, bajo Teodosio u Honorio, cuando la sociedad romana ha cambiado profundamente, y se encuentra en trance de perder de forma acelerada muchas de sus tradiciones, por ejemplo las religiosas. Anacronismos, empleo de escritos del siglo IV, citas de cartas, discursos y libros ficticios, invención de acontecimientos y personajes (comenzando por los supuestos autores), hacen de esta obra un acabado ejemplo de falsificación de la Historia. Su anónimo autor utiliza las fuentes de que dispone, y cuando carece de ellas, simplemente las inventa.
Javier Velaza, en su Biografías marginales en la H.A. (1994) lo explica así: «El autor de la Historia Augusta es un mentiroso con suerte. Su obra es un opus vermiculatum en el que las piezas falsas son comparativamente más numerosas que las auténticas: los discursos, las cartas, los documentos jurídicos, las inscripciones, son a menudo pura ficción. Cuando utiliza directamente una fuente, lo silencia; si no tiene ninguna, la inventa sin reparos. No se detiene ante nada: afirma haber leído algo en cierto libro de la Biblioteca Ulpia y sólo unas páginas después confiesa no haberlo consultado; dice traducir del griego unos versos y éstos resultan ser de la Eneida. Así, entre bromas y veras, finge ser seis cuando es uno solo y escribir en época de Constantino y Diocleciano, cuando lo hace en la de Teodosio. Y este falsario pertinaz presume de fides historica y se permite impúdicamente acusar de mendaces a Livio, a Salustio, a Tácito y a Trogo, lo más granado de la historiografía romana.»
Naturalmente los análisis, comentarios, atribuciones de la Historia Augusta son muy abundantes y contradictorios entre sí, pero como señala Rafael González Fernández en 2018 «se ha llegado a una communis opinio en el sentido de que el primer paso para desentrañar sus misterios es separar el material histórico auténtico de las ficciones que la obra ofrece de forma abundante. La HA combina pasajes falsos e inventados con pasajes auténticos extraídos de historiadores y biógrafos; identificar el material auténtico es particularmente importante a falta de una comprensión completa del propósito y la naturaleza del trabajo en sí mismo. La separación del material auténtico del material ficticio es el primer paso necesario para cualquier interpretación del HA, y esta separación requiere la investigación de las fuentes del trabajo.» (Prólogo a Miguel Pablo Sancho, La religión del autor de la “Historia Augusta”).
Presentamos la “traducción directa del latín” de Francisco Navarro y Calvo, publicada a partir de 1889, en la benemérita Biblioteca Clásica madrileña. Es por tanto anterior al descubrimiento de su carácter en buena parte falsario, y por tanto ofrece una lectura reverente de la obra. Incluye, además, un doble suplemento: por un lado completa con textos de otros historiadores lo que considera lagunas de la Historia Augusta, de los que sólo reproducimos los correspondientes a los años 244-253. Por otro lado, confronta la vida de los emperadores más destacados con fragmentos de Dion Casio (a través del epitomista Xifilino), Herodiano, Zósimo y Zonaras, lo que proporciona un interesante contraste en ocasiones. Sin embargo, y a pesar de lo útil de esta traducción, debe tenerse en cuenta que en 2013 el profesor Francisco García Jurado, en su Reinventar la Antigüedad, puso de relieve el uso bastante servil por parte de Navarro y Calvo, de una versión francesa de las Noches Áticas de Aulo Gelio en su edición de dicha obra (también “traducción directa del latín”), en la misma Biblioteca Clásica. Y lo mismo ocurre con nuestra Historia Augusta, que procede en buena medida del grueso volumen publicado bajo la dirección de M. Nisard con el título Suétone, les écrivains de l’Histoire Auguste, Eutrope, Sextus Rufus, avec la traduction en français (París 1845).
Codex Palatinus Latinus 899, Biblioteca Vaticana, primera mitad siglo IX |