Rafael, El cardenal (1510) |
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Alonso Pérez de Saavedra ha pasado a la (pequeña) historia con el apelativo de el falso nuncio de Portugal. Desde mediados del siglo XVI se difundió por España la noticia de que este excelente pendolista cordobés, derivado en falsificador y estafador enriquecido, se hizo pasar por nuncio del papa en Portugal, fue recibido con toda pompa por su rey, y con los abundantes documentos fabricados por él mismo, logró establecer la Inquisición en Portugal, al modo de Castilla, para perseguir a judíos y judeoconversos. Pero, descubierto tras seis meses de representar tan espléndido papel y vuelto a España, fue procesado y condenado a galeras.
La breve relación supuestamente redactada por el mismo Saavedra, de la que se aseguraba que su original autógrafo estaba en El Escorial, circuló en abundantes copias manuscritas. Y su fama se agrandó con la representación de una comedia que popularizó (como las series actuales) el relato. El historiador Gonzalo de Illescas (1521-1574) y el cortesano y curioso escritor Luis Zapata de Chaves (1526-1595) aseguraron haberlo conocido, cuando ya estaba amarrado al duro banco. Hay referencias al caso en el anónimo Viaje de Turquía (anterior a 1557), en el historiador Jerónimo Román (1536-1597) y otros muchos autores. En fin, Luis de Páramo tradujo al latín la relación de Saavedra en 1598. Posteriormente, algunos autores portugueses, con largos periodos de residencia en Castilla tras la incorporación de Portugal a la Monarquía de Felipe II, también darán crédito al caso: Vicente da Costa Mattos en 1623, y el historiador Manuel de Faria e Sousa (1590-1649).
Pero será otro portugués, el estudioso de la Inquisición Antonio de Sousa (1580-1632) el primero que realice una pormenorizada investigación y concluya en 1628 que «De todo lo dicho hasta aquí, y de las Bulas Apostólicas, cuyos ejemplares se guardan en los Reales Archivos y en los Secretos de la Santa Inquisición, y también de los Libros de las Inquisiciones particulares de este Reino, se colige claramente que es falso... que Saavedra instituyó en Portugal el Santo Tribunal de la Inquisición, o que a lo menos fue causa de su institución (…) A esto se agrega que este hecho no se halla en memoria alguna de este Reino, ni por escritura ni por tradición de hombres, cuando hemos conocido muchos de aquel tiempo, los cuales nunca hablaron cosa alguna de este asunto; ni el hecho es de tal naturaleza que fácilmente se olvidase.» Y moteja a Saavedra de «ladrón, falsario, embustero e infame.»
Y sin embargo, la falsa historia seguirá corriendo… y creciendo. A la escueta Relación original se le van agregando circunstancias, anécdotas, opiniones, en la línea de la novela picaresca, hasta cuajar en una nueva y más extensa Vida del falso nuncio de Portugal. Pero en 1734 el muy admirado e influyente ilustrado Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) publica en el sexto tomo de su Theatro Crítico Universal una descalificación total de lo que considera una mera fábula. Lo cual no impide que de nuevo se reedite como verdad histórica en Madrid en 1739 y 1788, por parte de Bernardino Antonio Ochoa de Arteaga y Juan Bernardino Roxo respectivamente. Ambos publican la nueva versión extendida, y no se privan de criticar acerbamente a Feijoo por su refutación de Saavedra. En cambio Josef Marcos Hernández defenderá a Feijoo en su traducción (1789) de la obra de Antonio de Sousa antes mencionada.
Aun podemos citar un último creyente en la historia del falso nuncio, aunque sea ponderándola y aminorándola: en 1817 el ilustrado, secretario de la Inquisición, emigrado y liberal Juan Antonio Llorente (1756-1823), publica su Histoire critique de l’Inquisition d’Espagne, de gran difusión y pronto retraducida al castellano. Sin embargo, la fábula del falso nuncio ya ha perdido todo su brillo. Cuando Alexandre Herculano, el importante historiador decimonónico portugués, publica en 1864 su amplia Historia da origem e estabelecimento da Inquisição em Portugal, en tres tomos, omite naturalmente cualquier referencia al falsario Saavedra.
¿Qué nos queda de contrastado y cierto de todo lo anterior? Quizás quien mejor lo concluye es Feijoo: «Lo único, pues, que puedo admitir como verdadero en esta historia, es aquello poco que se requiere para que la mentira fuese hija de algo. Creíble es que Saavedra se fingiese Legado Pontificio, e hiciese el papel de tal en algunas aldeas o lugares cortos de Castilla y Portugal, donde sin mucha dificultad podría hacer valer el embuste, y utilizarse mucho en él, ya pidiendo dineros prestados, ya beneficiando dispensaciones; y que después sobre el pie de esta verdad añadiese en su relación circunstancias fabulosas, que engrandeciesen la historia hasta el grado de hazaña heroica en la línea de la trampa.»
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Presentamos en esta entrega Clásicos de Historia dos de las variadas versiones de la historia del falso nuncio: una breve y más antigua, y otra extensa y más moderna. Pero lo que verdaderamente nos ha interesado es cómo recibieron y trasmitieron la noticia diversos historiadores y polígrafos varios; la facilidad con que aceptaron como verdadera una narración tan peregrina, y tan ausente de cualquier documentación y pruebas; la indiferencia o rechazo ante los alegatos críticos de algunos autores como Sousa y Feijoo… Podemos preguntarnos por las razones que tuvieron para ello. En realidad parecen ser muy variadas: el gusto creciente por lo sorprendente y maravilloso; la justificación de la conducta criminal de Saavedra porque condujo a un fin considerado positivo, como fue el establecimiento de la Inquisición; y al contrario, en fechas posteriores, porque demostraría la falsía y malevolencia de esa institución…
La perduración de mitos y leyendas durante mucho tiempo, por más que se haya probado una y otra vez su falsedad, es algo frecuente: la idea de que los antiguos pensaban que la tierra era plana; los terrores del año 1000; el convencimiento de la ignorancia, barbarie y superstición generalizada en la Edad Media cristiana y, por contra, el refinamiento y feliz convivencia pacífica en el Al Ándalus medieval; la creencia en la existencia de razas y de sus distintas capacidades física, intelectuales o morales… Y actualmente se siguen acuñando y promoviendo nuevos mitos y leyendas sobre el constante y permanente cambio climático, sobre unas consideraciones de los géneros dignas de los gnósticos neoplatónicos...
En cualquier caso, en nuestro bulo o fake de esta semana parece dominar la percepción del protagonista como un embaucador de personalidad atractiva, capaz de seducir y engañar a altos personajes y a la gente del común, con unas dotes excelsas como falsificador, pero que además es generoso y amigo de hacer el bien a los que le rodean: esa viuda con la que inicia su carrera criminal, esa preocupación por sus sirvientes. Sólo consigue rentas y dinero de los ricos y poderosos, a los que se supone que no les hace un auténtico perjuicio... Es el característico maleante bueno de la literatura y la tradición. En el fondo, disfrutaremos de un trasunto suyo en los protagonistas de la oscarizada película El golpe, de George Roy Hill; a ellos tampoco les vemos estafar a gente humilde y del común que, previsible, razonablemente, serían sus principales clientes…
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Para saber más disponemos del artículo que me ha guiado oportunamente en la recolección de todos estos textos: Jesús-Antonio Cid, La Relación de la vida del falso nuncio de Portugal, en sus reescrituras, y los orígenes de la ficción autobiográfica en España. Revista Criticón, núm. 76, 1999. Pág. 53-98.
Una de las abundantes copias manuscritas. |