E. H. Gombrich, en su espléndida La Historia del Arte (numerosas ediciones desde 1950), nos presenta así a nuestro protagonista de esta semana: «Un artista típico de este período fue el escultor y orfebre florentino Benvenuto Cellini (1500-1571). Cellini relató su propia vida en un libro famoso que ofrece un retrato vívido y lleno de color de su época. Fue jactancioso, pendenciero y lleno de vanidad, pero no podemos tomárselo a mal, porque narra la historia de sus aventuras y hazañas con tanto ingenio que se diría, al leerlas, que se trata de una novela de Dumas. Por su vanidad y amor propio, así como por la inquietud que le llevó de ciudad en ciudad y de corte en corte, provocando querellas y conquistando laureles, Cellini es un auténtico producto de su tiempo. Para él, ser artista no consistía ya en constituirse en respetable y sedentario dueño de un taller, sino en un virtuoso por cuyo favor debían competir príncipes y cardenales.
»Una de las escasas obras suyas que han llegado hasta nosotros es un salero de oro que hizo para el rey de Francia, en 1543. Cellini nos lo cuenta con gran lujo de detalles. Vemos como desairó a dos famosos eruditos que se aventuraron a sugerirle un tema, y cómo realizó un modelo en yeso de su propia creación que representa a la tierra y el mar. Para que se viera que uno y otro se compenetran, entrelazó las piernas de las dos figuras: El mar en forma de hombre sostiene un barco finamente labrado que puede contener bastante sal; debajo puse cuatro caballos marinos, y a la figura le di un tridente. La tierra en forma de una hermosa mujer, tan graciosa como me fue posible. A su lado coloqué un templo ricamente adornado para poner la pimienta.
»Pero toda esta sutil invención resulta menos interesante de leer que la historia de cuando transportó el oro que le dio el tesorero del Rey y fue atacado por cuatro bandidos a los que él solo hizo huir. [O cuando se le aparecieron una miríada de demonios en el Coliseo romano, o cuando causó la muerte del condestable de Borbón durante el saco de Roma, añadimos por nuestra parte.] A algunos de nosotros, la elegancia suave de las figuras de Cellini puede parecernos un tanto afectada y artificiosa. Tal vez sea un consuelo saber que su autor poseyó toda la saludable robustez que parece faltarle a su obra. El punto de vista de Cellini es típico de los intentos infatigables y agotadores de crear algo más interesante y poco frecuente que lo realizado por la generación anterior.»
Respecto a la confección de su Vida, Cellini la justifica así en el párrafo con el que la inicia: «Todos los hombres de cualquiera condición que han hecho alguna cosa meritoria, o con tanta verdad que se asemeje al mérito, debieran escribir de su propia mano su vida, siendo verídicos y rectos; pero tan laudable empresa no debería comenzarse antes de haber transcurrido la edad de cuarenta años. Advertido de ello, ahora que ando por la edad de los cincuenta y ocho cumplidos y estando en Florencia, mi patria, acordándome de muchas adversidades que ocurren a quien vive, hallándome con menos de esos males que hasta tal edad haya tenido (aún me parece estar más contento de ánimo y sano de cuerpo que de aquí atrás); y recordando algunos placenteros bienes y algunos inestimables males, que, cuando los considero, maravíllome de asombro de haber alcanzado esta edad de cincuenta y ocho años, con la cual por la gracia de Dios, tan felizmente sigo adelante mi camino...»
Benvenuto Cellini, Salero, 1543. Oro cincelado y esmalte sobre base de marfil, 33,5 cm de largo; Museo de Arte Histórico, Viena. |
Muchas gracias.
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