Papiro Rylands 52 (c. 125) |
Martín de Riquer y José María Valverde la caracterizaban así en el primer tomo de su conocida Historia de la Literatura Universal: «El Antiguo Testamento, primera parte del conjunto de libros sagrados que el Cristianismo denomina con el nombre griego de Biblia, constituye la más impresionante obra literaria del pueblo hebreo, que lo llama Torá (ley), Nebim (profetas) y Ketubim (escritos) (…)
»El hecho de constituir la verdad revelada y proceder de inspiración divina en el sentir de la inmensa mayoría de la humanidad civilizada hace que los libros del Antiguo Testamento, a pesar de haber sido escritos en épocas remotísimas, se hallen muy inmediatos a nosotros, nos sean familiares desde la infancia y podamos acercarnos a sus páginas sin necesidad de un esfuerzo especial. Esta singularísima circunstancia, no igualada jamás por ningún otro género de literatura, se da, sin soluciones de continuidad, a lo largo de la Edad Media y perdura hasta nuestros días. No es preciso haber leído ni una sola página del Antiguo Testamento, ni siquiera es necesario pertenecer confesionalmente al cristianismo ni al judaísmo para hallarse en aquella actitud de proximidad y familiaridad con estos textos en hebreo hace varios miles de años; basta estar vinculado al mundo civilizado para llevar dentro de sí su espíritu y su legado. Por otro lado, toda la literatura de occidente, desde los albores de los tiempos medios, gracias al Cristianismo, se halla más o menos compenetrada con el espíritu del Antiguo Testamento, el cual tiene, en la historia de la literatura, un papel similar al de la grecolatina clásica (…)
»Junto con Grecia, Israel es el único pueblo de la antigüedad que cultiva la historia en su sentido propio, tal como nosotros la entendemos, y sin limitarse a la simple enumeración de hechos y de cronologías o al relato de la fábula cosmológica y mitológica, como es frecuente en otras culturas. Los libros históricos del Antiguo Testamento narran los sucesos con detalle, dramatizan con su estilo claro y directo los acontecimientos, desarrollan las peripecias y engarzan el relato del pasado presentando como protagonista al pueblo de Israel. Lo esencial de la historiografía hebrea es su carácter providencialista, debido a lo cual los sucesos humanos están siempre referidos a la ordenación de Dios, como corresponde al espíritu religioso y moral de los autores de estos libros.»
Por su parte, Luis Suárez resume así el planteamiento históriográfico que subyace en la Biblia, cosmovisión que en buena medida pasará al Cristianismo:
«Las más importantes ideas que concurren a moldear el sentido de la Historia en nuestra cultura proceden de la Biblia. Pero la interpretación judía de la Historia —señala Yeherzkel Kaufmann— ha tardado muchos siglos en constituirse y, durante ellos, estuvo sometida a influencias caldeas y egipcias que la afectaron en su forma externa, aunque no en la conciencia central de que Dios es voluntad absoluta y libre (…) Lo que nos queda de la abundante literatura hebrea es en gran parte un libro de Historia, la Biblia. No es nada extraño porque la religión de Israel, lo mismo que el Cristianismo, es por esencia histórica y hace referencia a hechos perfectamente establecidos en espacio y tiempo. La fórmula de la ofrenda del Deuteronomio —«un arameo errante fue mi padre y bajó a Egipto»—, lo mismo que el Credo cristiano —«padeció bajo el poder de Poncio Pilato»—, muestran el esfuerzo de precisión histórica. Más aún, puede decirse que toda la doctrina religiosa judaica se basa en una interpretación histórica de la trayectoria de la Humanidad en espera de un futuro cumplimiento. Humanidad única, pues procede de una sola pareja, Adán y Eva. Humanidad histórica que, en un tiempo, fue sacada de Egipto para ser llevada a la tierra de promisión. Humanidad sobre todo volcada a la Salvación cuando, en el futuro, sea instalado el reino de Dios en la tierra y desaparezca de ella la idolatría.
»Hacia el año 760 a. de J. C, Amós de Tekoa —o quien haya sido el autor que redactó bajo este nombre— pudo elaborar, con los materiales dispersos anteriores, una primera interpretación general de la Historia del mundo, asentándola sobre una dinámica moral, las relaciones entre Dios y los hombres. El gran pecado es la idolatría, que Dios castiga tanto en los hebreos como en los otros. La Historia obedece a un plan de Dios, quien ensalza y destruye a los pueblos de acuerdo con este plan, que es, a un propio tiempo, manifestación de su gloria y promesa de salvación para los mortales. De la primitiva Humanidad prevaricadora, Dios ha escogido un solo pueblo, manifestándose en su poder y su gloria al sacarlo de Egipto y darle las Tablas de la Ley; pero el pueblo será castigado por su infidelidad. Lo que Amós anuncia es el destierro, que no tarda en cumplirse. Cuando Ezequiel escriba, consumado el cautiverio de Babilonia, una nueva esperanza le anima: el advenimiento de un Mesías que habrá de cambiar las espadas por arados.
»El cautiverio de Babilonia y los tiempos que inmediatamente le precedieron —Isaías, Oseas, Joel, Jeremías— tienen gran importancia en la elaboración de este esquema bíblico de la Historia de Salvación. Entonces se establecieron los principales datos. Fue fijada cronológicamente la Creación del hombre —el año 3760 a. de J. C.— y perfilada la esperanza en el próximo advenimiento del Mesías. La lucha entre el hombre y Dios, esencia dramática de la Historia, se define como alternativas en el apartamiento y la obediencia. La Humanidad es única; si una gran parte de ella se ha apartado de Dios, tiempo vendrá en que toda ella se vuelva a Iahvé. Dios es el motor de la Historia que usa a los pueblos de acuerdo con sus fines para cumplir este proceso único de salvación final de la Humanidad.
»Con Daniel llega a su cima esta interpretación histórica sobre la que se basaron los historiadores cristianos de la Edad Media. Punto de partida, la Caída de Hombre; con su expulsión del paraíso comienza la Historia. Prevarica la Humanidad y Dios la destruye por medio del Diluvio, no sin salvar antes una parte de la misma a través de Noé, pues de su descendiente Abraham saldrá el pueblo, los hijos de Israel, mediante cual desea manifestarse. Moisés es sacado de Egipto y llevado a la Tierra de Promisión. Las prevaricaciones del pueblo son castigadas, y el Cautiverio de Babilonia es el principal castigo. Pero todo son caminos para el cumplimiento del plan de Dios. También los cuatro Imperios paganos que han de sucederse, asirio, babilónico, persa y el futuro, que aún ha de transcurrir antes de que se establezca el reino de Dios.
»La oposición entre este esquema histórico y la interpretación dada por los griegos no puede ser más radical. Historia única en lugar de ciclos sin sentido. Una voluntad omnisciente y exterior a la Historia es quien la mueve de acuerdo con un plan. Este plan incluye un progreso, no material, sino espiritual, y es superior a la Naturaleza. La Historia profana se subordina a esta única Historia sagrada.» (Luis Suárez, Grandes interpretaciones de la Historia)
San Mateo, Evangelios de la Coronación, fol. 15v (790-810) |
Tomo I: Antiguo Testamento: libros históricos.
Tomo II: Antiguo Testamento: libros poéticos, sapienciales y proféticos.
Tomo III: Nuevo Testamento.
Tomo II: Antiguo Testamento: libros poéticos, sapienciales y proféticos.
Tomo III: Nuevo Testamento.
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