Como hemos visto las pasadas semanas, el catalanismo político comienza a despegar con fuerza en torno a 1885, lo que motivó la crítica de Gaspar Núñez de Arce. Ésta resultó superficial y destemplada en varios aspectos, como en el desdén conque trata el renacimiento literario del catalán. La respuesta de Valentín Almirall, tan deslavazada como la del primero, aumentó en cambio el tono denigratorio y el argumento ad hominem, y fue aprovechada para incrementar la propaganda particularista. Argumentos y contraargumentos (si podemos considerarlos así) reafirmaron el choque de dos nacionalismos: uno consagrado por el tiempo, el otro que pugnaba por afirmarse. De ahí que, desde entonces, se descalifique al contrario motejándolo con la doble especular falsedad del castellanismo-separatismo. Y el planteamiento proseguirá incansable en el tiempo… En 2007, en el X Congreso de Historia de Barcelona, el profesor Josep Maria Figueres y Artigues escribía lo siguiente, que comunicamos en traducción apresurada y aproximada:
«En 1885, Almirall se encuentra en un momento óptimo de su imagen pública, en el punto máximo de su popularidad y del prestigio intelectual. Por primera vez su producción periodística aparecerá en tribunas alejadas del pensamiento republicano-federal que hasta ahora la había caracterizado, o de cabeceras propias que él mismo había creado. Así, La Renaixença publica su Contestación al discurso de Núñez de Arce, que también se edita como libro a finales de 1886. Se trata de una réplica al más que famoso discurso que hizo este político madrileño el 8 de noviembre, en Madrid, y que levantó una muy notable polvareda, ya que representaba una argumentación contra el empuje que tomaba la lengua, la cultura y la identidad catalana. Un discurso que motivó otras muchas réplicas y actos públicos de la sociedad catalana, en un proceso de exigencia de normalización y protesta de la discriminación y subordinación al que la sometía el constante centralismo español.
»Almirall replicó Núñez inmediatamente tras llegarle la noticia del discurso y antes de leerlo: bastó conocer el ataque del Ateneo de Madrid para anunciar respuesta. Y lo escribe inmediatamente, en sólo cuatro días, y hace también campaña pública con cartas, actos, y en la presentación de su escrito en un acto público. El texto aparece también, como hemos dicho, en La Renaixença, que es el periódico fundamental del catalanismo, al ser el único diario de la capital escrito en catalán, ante las dos docenas que aparecen en Barcelona en castellano. La respuesta de Almirall será publicada en seis partes, pero también de forma unitaria, con todos los textos, en los mismos meses de otoño: será un libro famoso en el que aparecerá la vez el discurso de Núñez y la respuesta de Almirall. Además, el Centre Catalá hará campaña, enviando ejemplares en una extensa difusión, como una más de las maniobras de extensión de la argumentación del catalanismo. Almirall hizo lo mismo con España tal como es (...)
»La réplica catalana al discurso de Núñez es multitudinaria. Desde el semanario La Campana de Gràcia, su director, Roca y Roca, y bajo su habitual firma, P.K., escribe: “No somos catalanistas en el sentido con que se lo dicen los que de tales blasonan; pero conste que somos catalanes, y catalanes acérrimos. (...) Para destruir la forma de ser propia de una región determinada es necesario que la que pretenda uniformarla se imponga sobre ella. ¿Y cuál tendrá algún derecho para hacerlo? ¿La más fuerte? En este caso queda planteado el problema pavoroso de la violencia; queda encendida la guerra civil de que ha hablado con tanto recelo y temor D. Gaspar Núñez de Arce al inaugurar las conferencias del Ateneo de Madrid, si bien él cree, por efecto sin duda de un lamentable estrabismo intelectual, que la guerra civil debe venir, precisamente, si se deja de cohibir el espíritu regionalista que se despierta en determinadas provincias de la nación” (...)
»La Renaixença estaba muy sensibilizada por el discurso de Núñez. En la edición de la mañana del día 12 de noviembre, un redactor anónimo escribía expresiones como “ignorancia despreciativa”, “antagonismo entre dos pueblos”, etc., e incluso el término “odio” como expresión de la “justicia de nuestras aspiraciones”; palabras que ponen de manifiesto la profunda incomprensión de la capital del Estado a las reivindicaciones de igualdad que emanaban de la periferia catalana. Unos días después, el 18 de diciembre, La Renaixença apunta hacia Juan Tutau, presidente del Ateneu Barcelonès, al que le critican su pasividad, ya que se considera que debería haber respondido al Ateneo de Madrid: “Algunos entusiastas creerán tal vez que aquel discurso del señor Núñez de Arce exigía una contestación justa y merecida a la ofensa, desde el puesto ocupado por el señor Tutau. Pero el señor Tutau no se entusiasma ni mucho menos; sabe que la ofensa “no se dirigió a Cataluña” y “sí sólo al catalanismo y al regionalismo”, aunque apurando un poco la cosa encontraríamos que la ofensa va dirigida únicamente contra el señor don Valentín Almirall, autor de Lo Catalanisme. Pero algunos, al leer el discurso del señor Tutau, dirán: ¿en qué quedamos? ¿Contra quien va la ofensa? Porque no habrá nadie que le haga el escaso favor al señor Tutau de atribuirle la creencia de que un individuo sea Cataluña, ni el catalanismo, ni el regionalismo.”»
La Campana de Gràcia, 1 de agosto de 1886 |
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