lunes, 19 de septiembre de 2022

Nuño de Guzmán, Jornada de Nueva Galicia y otras cartas


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Aunque apenas dura diez años, la carrera de Nuño de Guzmán (1490-1558) en las Indias constituye un excelente ejemplo de los éxitos y los fracasos, los conflictos y las ambiciones, las luces y las (muy oscuras) sombras, en fin, las desmesuras de todo tipo que parecen caracterizar los primeros decenios de la conquista de América. A nuestro protagonista lo vimos representado en el Lienzo de Tlaxcala: al frente de sus tropas españolas y tlaxaltecas (a las que denomina los amigos, a pesar de no mostrarles ninguna simpatía) procede a la conquista de Michoacán. Al fondo el cacique Cazonzi aparece ahorcado.

De familia noble, Guzmán formó parte del círculo cortesano del Emperador, lo que propició su nombramiento como gobernador del Pánuco, al norte de México, del que tomó posesión en 1527. Su administración fue más que dura, según lo recuerda Bernal Díaz del Castillo: «En todas las provincias de la Nueva España otra gente más sucia y mala y de peores costumbres no la hubo como ésta de la provincia de Pánuco, y sacrificadores y crueles en demasía, y borrachos y sucios y malos, y tenían otras treinta torpezas; y si miramos en ello, fueron castigados a fuego y a sangre dos o tres veces, y otros mayores males les vino en tener por gobernador a Nuño de Guzmán, que desque le dieron la gobernación, los hizo casi a todos esclavos y los envió a vender a las islas», a cambio de ganado, añadimos, para los pobladores españoles.

Pero por entonces la corte pretende recortar el excesivo poder de Hernán Cortés en la Nueva España, que provoca frecuentes conflictos y banderías, lo que lleva a establecer la primera Audiencia, en la que Guzmán tomará posesión como Presidente en 1528. Naturalmente, se posiciona en contra de Cortés, a la sazón en España. Entre los expedientes iniciados, resulta especialmente novelesco el proceso por la muerte de la primera esposa del conquistador, cuya documentación nos recogió Juan Suárez de Peralta. Pero pronto las denuncias de arbitrariedades, corrupciones y otros excesos que llegan a la corte apuntan en contraria dirección, y Guzmán decide contrarrestarlas con una expedición de conquista con el objetivo de crear al norte, entre el Pacífico y el Golfo de México, un nuevo reino comparable al de la Nueva España. Es la jornada de Michoacán a la que nos referíamos al inicio, que Guzmán emprende a fines de 1529 tras dejar a sus representantes en el gobierno de Pánuco y en la Audiencia de Méjico. Un año y medio después la narrará en la extensa carta que dirige a Carlos I, emulando así a las de Hernán Cortés.

El historiador Francisco López de Gómara, firme partidario de este último, la contó así: «Fue Nuño de Guzmán gobernador en Pánuco y presidente de México (...) Entendiendo Nuño de Guzmán que le quitaban de la presidencia, temió y fuese contra los chichimecas en demanda de Culuacán, que según algunos, es de donde vinieron los mexicanos. Llevó quinientos españoles, los más de ellos a caballo. Unos presos, otros contra su voluntad; y los que iban de grado eran novicios en la tierra, y casi todos los que con él pasaron. En Mechuacán prendió al rey Cazoncín, amigo de Cortés, servidor de españoles y vasallo del emperador, y que estaba en paz. Y sacóle, según fama, diez mil marcos de plata y mucho oro. Y después quemóle con otros muchos caballeros y hombres principales de aquel reino, porque no se quejasen, que perro muerto no muerde. Tomó seis mil indios para carga y servicio de su ejército. Comenzó la guerra, y conquistó a Xalixco, que llaman Nueva-Galicia, como en otro cabo dije. Estuvo Nuño de Guzmán en Xalixco hasta que el virrey don Antonio de Mendoza y la chancillería de México le hizo prender y traer a España a dar cuenta de sí; y nunca más le dejaron volver allá. Si Nuño de Guzmán fuera tan gobernador como caballero, habría tenido el mejor lugar de Indias; empero húbose mal con indios y con españoles.»

El gobierno de la llamada Nueva Galicia lo mantendrá hasta 1536, pero su declive es patente: sometido a procesos de residencia, despreciado o ignorado por Cortés, que organiza expediciones armadas en su territorio, y finalmente arrestado en enero de 1537, en México. Más tarde será enviado a España (la leyenda quiere, como en el caso de Colón, que enjaulado), en la que pasará sus últimos años en la oscuridad, intentando reivindicar su nombre y cobrar los sueldos que se le deben.

En este entrega de Clásicos de Historia incluimos, además de la extensa carta en que refiere la jornada de Michoacán, otras dirigidas al Emperador, al Consejo de Indias y a la Segunda Audiencia, en las que se justifica de aquello de lo que le acusan, a la vez que imputa a Cortés diversos desmanes, y con todo ello pretende frenar su inevitable caída. Su desencanto es patente: «Y de todo siempre he dado cuenta a la Audiencia Real, y a tiempo que lo pudiera remediar, así lo que el Marqués ha hecho, como lo que tocaba al remedio de esta gobernación, y hales parecido que era mejor dejarlo venir en estos términos y que se pierda, y a mí ponerme en demasiados trabajos, donde ya mis fuerzas no bastan ni hacienda, a cabo de once años que ando sirviendo a Vuestra Majestad noches y días sin descansar, y como un alárabe, durmiendo en un rancho. Y de todo estaría muy alegre, si viese que Vuestra Majestad lo recibe en servicio, y lo que el Marqués conmigo ha hecho, aunque sea con pérdida de mi hacienda, porque no vine a estas partes ni estoy en ellas para tener propia voluntad, ni querer sino el de Vuestra Majestad.»

Lienzo de Tlaxcala

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