En los Preliminares a su El Padre Las Casas. Su doble personalidad, Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) se refiere así a los tres artículos que comunicamos esta semana: «Este esbozo biográfico responde a una preocupación mía ya antigua. Comenzó ella en 1940 a causa de una sugestión por mí recibida para que ampliase ideas sobre América y Carlos V, adelantadas hacía poco en La Habana; mi impresión entonces fue francamente adversa respecto a Las Casas, al observar su intenso y monótono apasionamiento, siempre violento en acusar a conquistadores y encomenderos, siempre melifluo en exaltar a los indios. Mucho después, en 1956, los dominicos del célebre convento de San Esteban de Salamanca me hicieron la invitación, para mí tan atrayente como honrosa, de que hablase en el solemne centenario de aquella insigne casa, y al tratar entonces del Padre Vitoria y de Las Casas, comencé a ver que la grave inequidad de éste no era una falta moral, sino intelectual; aclarándoseme todo por completo, en 1957, mediante la consideración de un documento fehaciente. Desde entonces, a pesar de otros trabajos para mí más apremiantes, no cesó mi preocupación en el problema lascasiano, impresionado sobre todo por una notable falta de crítica muy arraigada en las biografías de Las Casas, falta debida a muy particulares circunstancias que concurrieron para formar y propagar la fama póstuma del biografiado.»
Naturalmente, la figura y la obra de Bartolomé de las Casas sigue siendo controvertida, desde lo hagiográfico a lo kakográfico, aunque no falte el esfuerzo en ponderar y comprender. Pero es que, además, debe valorarse el uso que la posteridad le ha dado. El norteamericano Philip W. Powell, en su Árbol de odio, señala que «Bartolomé de Las Casas, héroe de los hispanófobos desde mediados del siglo XVI hasta nuestros días, es la persona más responsable de nuestros deformados puntos de vista sobre los españoles y su papel en América. Este obispo español, tan a menudo santificado en la literatura durante cuatro siglos y colocado hoy en un nicho de santo de la propaganda antiespañola, hizo más que cualquiera otro individuo para manchar el nombre de un pueblo y de una nación ―la suya propia. Seguramente no fueron estas sus intenciones, ya que no podía adivinar cuánto su trabajo iba a favorecer los propósitos extranjeros; pero sus escritos permanecen cerca del corazón y centro de la denigración de España. Él es, entre otras cosas, un magnífico caso de estudio para valorar el daño que a largo plazo puede hacer un exaltado irresponsable, cuando es explotado por los fabricantes de propaganda dirigida contra su propia casa.»
Y más adelante: «La controversia sobre los méritos y defectos de Bartolomé de Las Casas continuará sin duda eternamente, en principio, porque siempre habrá gente que creerá en su total condenación de los españoles y porque otros habré que reconocerán y censurarán sin reservas el prejuicio y fanatismo patentes que guiaron su lengua, su personalidad y su pluma. Hay quienes respetan a Las Casas, pasando por alto la injusticia de sus métodos, para guardar como reliquia la nobleza de su causa, y existen aquellos que ya durante siglos, sin preocuparse mucho de la causa, los métodos o los hechos verídicos, se recrean solamente en la elevación de Las Casas a la categoría de héroe de la propaganda antiespañola.»
La Brevísima relación de la destrucción de las Indias, y las intervenciones de Las Casas en la conocida Controversia de Valladolid, están disponibles en Clásicos de Historia. De Menéndez Pidal, asimismo, su Idea imperial de Carlos V, a la que añadimos los textos de los discursos del Emperador en los que se basa el gran filólogo e historiador.
Fray Bartolomé de Las Casas, por Félix Parra (1875) |
Muchas gracias.
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